Los terroristas que sembraron muerte y destrucción en el país siguen aprovechando la benevolencia de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Al escándalo producido por admitir una demanda a favor de Víctor Polay Campos, el líder del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), se ha sumado un beneficio similar otorgado a Florindo Flores Hala, alias ‘Artemio’, el sanguinario dirigente de Sendero Luminoso.
Su pedido lo presentó en el año 2015 y fue aceptado en agosto del año pasado. Como en el caso del emerretista, nadie sabía nada.
La gracia otorgada a ‘Artemio’ ha pasado casi desapercibida, pero genera indignación. Ese terrorista operaba en la selva del Huallaga, era hombre de la cúpula íntima de Abimael Guzmán, y se le acusa de ser el autor de más de cien asesinatos.
En el año 2013 fue sentenciado por las máximas instancias del Poder Judicial a cadena perpetua por terrorismo agravado y tráfico ilícito de drogas. Se trató de un juicio con todas las garantías legales y fue confinado en la Base Naval del Callao.
Resulta que ahora ‘Artemio’ ha convencido a los miembros de la CIDH que “fue mal condenado” por la justicia peruana y que, en la actualidad, se encuentra sometido a condiciones carcelarias que afectan su “derecho a la integridad” y a “socializar con otros reos”. ¡Así como lo lee!
Su desfachatez es insuperable. Sostiene que, cuando fue capturado en febrero del 2012, se le infligió lesiones graves con armas de fuego, por lo que tuvo que entregarse. No dice que su captura se produjo luego de que la columna que dirigía se enfrentó con los miembros del Ejército. Un balazo en una de sus piernas no le permitió escapar.
La captura del terrorista Artemio
Recuerdo que su detención se produjo luego de un trabajo de inteligencia cinematográfico. Era imposible ubicarlo, estaba en todas partes y en ningún lugar, hasta que un agente de la Dirección Contra el Terrorismo (Dincote) captó a uno de los miembros de su columna.
Lo convenció para que lo ayudara a capturar a su jefe, a cambio de una recompensa, que aceptó. Pero era difícil cumplir la misión, pues no tenía un equipo de comunicación necesario para contactarse. El agente recurrió a un amigo, también policía, que tenía contactos con funcionarios de la CIA en la embajada estadounidense.
Le proporcionaron un lapicero común y corriente. En realidad se trataba de un equipo de alta tecnología que permitía conocer los lugares por donde se movía. Solo tenía que apretar un pequeño botón para alertar la ubicación en donde se iban a quedar más tiempo.
Cuando el infiltrado retornó a la columna de ‘Artemio’, los equipos de intervención policial y militar esperaron la señal. El 12 de febrero del 2012, el dispositivo se activó. El terrorista cayó cuando descansaba en un paraje de Santa Rosa de Mishollo, San Martín. Como todos los cobardes que delinquen, ahora se hace la víctima. Nos vemos el otro martes.
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