Por: Miguel Ramírez (Periodista de Investigación)
El Congreso se ha convertido en un circo que bien podría competir con el de ‘La paisana Jacinta’, que estrena en Fiestas Patrias. Es lamentable decirlo, pero eso es lo que perciben los millones de peruanos que se ‘rompen el lomo’ trabajando.
El martes pasado, cuando el presidente Martín Vizcarra se presentó sorpresivamente en el recinto parlamentario, los congresistas pusieron el grito en el cielo. Le saltaron al cuello.
Casi todos -principalmente los fujiapristas- se juntaron y reclamaron con argumentos disparatados y surrealistas. ‘Vamos a defender la democracia’, gritaron, como si viviéramos en la dictadura de Idi Amin, el despiadado dictador de Uganda, quien una vez confesó que ‘me gusta la carne humana, porque es más blanda y salada’.
“Es un gesto poco democrático. El gobierno es falso, tiene doble discurso”, dijo la congresista Luz Salgado. Sí, la misma que se reunía a escondidas con el siniestro Vladimiro Montesinos.
“No aceptaremos totalitarismos, porque estamos en democracia y libertad”, afirmó la fujimorista Rosa Bartra, presidenta de la Comisión de Constitución, la principal responsable de la protesta del presidente Martín Vizcarra.
Vizcarra, como lo hizo cuando estallaron los ‘audios de la vergüenza’, fue a reclamar porque la comisión que preside Bartra se opone y no tramita las 12 reformas políticas que le ha enviado el Ejecutivo.
Una de ellas es la reforma de la inmunidad parlamentaria, que busca acabar con los escandalosos blindajes de congresistas corruptos, como hemos visto en este Congreso desde el 2016.
¿Qué pasó con esa reforma? En menos de tres horas, sin debate alguno, la comisión de Bartra la archivó y la mandó al tacho de basura.
Vizcarra, sin embargo, también es responsable de esta crisis. Su gobierno no ha sabido explicarle a la ciudadanía, de manera clara y sencilla, lo importante que son las reformas políticas, elaboradas por un grupo de especialistas, que presidió Fernando Tuesta.
Entre esas reformas está, por ejemplo, que los partidos solo necesitan 15 mil firmas para inscribirse, y no más de 400 mil que se requieren actualmente. Todos sabemos que la mayoría de esas rúbricas son falsas y hasta pagadas.
También establece las elecciones primarias al interior de los partidos para elegir a sus candidatos presidenciales y congresales. Esos comicios serán supervisados por la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE), y no por los propios partidos, como ocurre hasta hoy.
Es decir, se acabarían las elecciones a dedo y desaparecerían los eternos caudillos, como lo fueron Keiko Fujimori, Alan García y otros más, quienes fueron elegidos por delegados amigos que ellos mismos designaron.
Hay otras propuestas más, como la fiscalización y penalización de los millonarios aportes de las campañas electorales.
Entonces, ¿son buenas o no estas reformas? ¡Por supuesto que sí! Pero la mayoría de estos congresistas quiere que las cosas sigan como están. Es tiempo que la calle se pronuncie. Nos vemos el otro martes.