“Ella era una chica plástica, de esas que veo por allí, de esas que cuando se agitan sudan Channel number three”, dice la letra de ‘Plástico’, una de las canciones más emblemáticas de los famosos cantantes Rubén Blades y Willie Colón. Retrata a aquellas mujeres que “aparentan lo que no son, que viven en un mundo de pura ilusión…”.
Lamentablemente, no es exagerado relacionar esa melodía –por lo menos específicamente en ese párrafo– con la presidenta Dina Boluarte, luego de confirmarse que el año pasado se sometió a una cirugía plástica a la nariz, la misma que no hizo pública, con lo cual habría cometido una infracción constitucional.
Tras la confirmación, hecha hace unos días por su expremier y hombre de confianza Alberto Otárola, ha empezado una batalla de opiniones entre conocidos constitucionalistas. Unos a favor y otros en contra respecto de que si hizo o no abandono de cargo al momento de la operación.
Más allá de aquello, para este sencillo columnista lo conocido es solo una muestra más de la personalidad vanidosa y plástica de la mandataria oriunda de Chalhuanca, un pueblito perdido de Apurímac, quien dice ser “una mujer del pueblo”, la monserga preferida de los políticos de izquierda.
En un país donde miles de peruanos viven en extrema pobreza, están desempleados, les alcanza a las justas para comer, en donde, incluso, la clase media sufre un deterioro económico, resulta un despropósito que la presidenta esté preocupada más por su apariencia física que por ejercer una buena gestión. Su falta de criterio es clamorosa. Es más que probable que en la próxima encuesta su desaprobación será del cien por ciento.
Las traiciones y las vendettas en la política son moneda común. La cirugía de Boluarte era conocida desde hace tiempo, pero nadie la había confirmado.
Ha sido su exhombre de confianza, Alberto Otárola, quien la echó en cancha el martes pasado. No es porque Otárola sea un ejemplo de transparencia. Lo hizo porque jamás perdonará a la mandataria por la forma en que lo echó del gobierno, aprovechando un audio ‘calentón’ con una agraciada joven a quien le imploraba que le dijera que lo amaba. ¿Se acuerdan? Aquello no tendría nada de malo, sino que la habría favorecido con puestos de trabajo, que la Fiscalía investiga.
“Decir la verdad no es ser desleal”, le dijo muy fresco Otárola al ministro del Interior, Juan José Santiváñez, quien salió en defensa de Boluarte. ¿Ah, sí? ¿Entonces, por qué no contó sobre esa cirugía cuando era premier? Otárola es un viejo y astuto político que esperó el momento adecuado para soltar esa ‘bomba’, que hoy ocupa la atención de los medios y resucitado el fantasma de la vacancia presidencial.
Parece ser devoto de aquel famoso refrán, según el cual “la venganza es un plato que se come frío”. Significa el tiempo de tranquilidad que se toma una persona para volver con un hecho que cause mayor daño del que recibió. ¿Cuántos secretos más le sabe y revelará ‘Betito’ Otárola sobre doña Dina Ercilia? Nos vemos el otro martes.
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