Por: Miguel Ramírez

Apenas asumió la presidencia del Congreso, se propuso expectorar todo vestigio de las gestiones abusivas de Luz Salgado y Luis Galarreta.

“Vamos a cambiar todo. Este Congreso está desprestigiado. Si tengo que enfrentarme a mi bancada, lo haré. No me asusto”, les dijo a sus más cercanos colaboradores, según contó uno de ellos para esta columna.

No bromeaba ni alardeaba. La semana pasada, Salaverry consiguió lo que jamás imaginaron, ni en su peor pesadilla, los fujimoristas y sus aliados apristas: les quitó el control del Consejo Directivo y la mayoría de las comisiones del Parlamento, que manejaban a su regalada gana.

Al igual que el presidente Martín Vizcarra, Salaverry tuvo una lectura política acertada cuando, en julio del año pasado, salieron a la luz ‘los audios de la vergüenza’, que implicaban a magistrados y políticos.

Salaverry –de acuerdo con la versión recibida– decidió respaldar con toda severidad esa investigación desde el Congreso, pese a la feroz oposición que, desde el primer día, impusieron los fujiapristas.

“Ese fue el punto de quiebre. O estabas aquí o estabas allá”, dice otro de sus amigos.

La prueba de fuego para demostrarlo le llegó en octubre cuando estalló el escándalo de la fuga del vocal supremo César Hinostroza, jefe de ‘Los Cuellos Blancos del Puerto’.

El mismo día del escape, Salaverry pidió públicamente la salida del oficial mayor del Legislativo, José Antonio Abanto, el director general parlamentario, César Delgado, y la jefa del Gabinete de Asesores, Patricia Robinson.

Los acusó de haber demorado el envío del expediente de Hinostroza a la Fiscalía de la Nación. Los tres tuvieron que dejar sus cargos. Ni Robinson se salvó, pese a que formaba parte del cogollo de Keiko Fujimori.

Con sus actos, Salaverry se ganó la confianza de Palacio de Gobierno y los congresistas opositores al fujiaprismo, que inicialmente desconfiaron de su accionar. Fueron -siempre según sus allegados- muchas horas de reuniones oficiales y espontáneas con parlamentarios claves que perfilaron el cambio radical que se produjo la semana pasada, y que la población hoy aplaude.
“Fue un trabajo en conjunto, no solo del presidente Salaverry”, dijeron.

¿Cálculo político?, ¿quiere ser candidato presidencial el 2021?, son muchas las preguntas y respuestas que han surgido en torno a las acciones de Salaverry. Al margen de ello, lo ejecutado por el trujillano era un clamor general.

Así lo dice la calle. Según la última encuesta difundida la semana pasada por El Comercio-Ipsos, la aprobación de Salaverry alcanzó el 26 por ciento, cinco puntos porcentuales más de lo que alcanzó en diciembre pasado. No ocurre lo mismo con la popularidad del Congreso, que se mantiene en 16 por ciento.

Salaverry le ha vuelto a meter otra golpiza a su expartido Fuerza Popular: Despidió del Congreso a decenas de fujitrolles y pidió auditar los mandatos de Salgado y Galarreta. Y viene más. ¡Agárrense! Nos vemos el otro martes.

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