A las 5:40 de la tarde de ayer, cuando el presidente Martín Vizcarra leía su mensaje disolviendo el Congreso, los congresistas ‘fujiapristas’ y sus aliados corrían como ratones asustados por todo el hemiciclo.
Aquellos parlamentarios arrogantes y prepotentes, que blindaron a autoridades y políticos corruptos y que se creían dueños del destino de los peruanos, ahora sienten que sus suculentos sueldos y sus gollerías se les escapan de las manos. Ellos se lo buscaron.
Mientras la mayoría del país empezaba a celebrar la decisión presidencial, inmediatamente presentaron un pedido para vacar al presidente Vizcarra, pero –según los constitucionalistas- aquello no procede, pues el Congreso ya estaba disuelto.
La suerte del Parlamento ya estaba echada desde la mañana, cuando no le permitieron al premier Salvador del Solar sustentar y debatir la moción de confianza para modificar la elección de los miembros del Tribunal Constitucional (TC), que presentó horas antes con ‘carácter de urgencia’.
La prepotencia fue de tal envergadura que, pese a que se negó el pedido gubernamental, la mayoría congresal eligió como nuevo tribuno a Gonzalo Ortiz de Zevallos, utilizando el voto de la congresista María Foronda, quien no lo había emitido.
La celebración que no fue. Antes de lo de ayer, durante la semana pasada ocurrieron varios episodios. El jueves, cuando mandaron al archivo el adelanto de elecciones planteado por el presidente Martín Vizcarra en julio último, los congresistas fujiapristas y sus aliados destaparon botellas de champán para celebrar -según ellos- su rotundo triunfo.
Al día siguiente, sin embargo, el mandatario sacó otro as debajo de la manga: planteó una nueva moción de confianza para modificar el proceso de elección de los miembros del TC.
Se trataba de una medida urgente y necesaria, pues el fujiaprismo estaba por elegir a magistrados cuestionados y a su medida para controlar el máximo órgano constitucional del país. El TC es clave, pues allí se van a decidir procesos como el de Keiko Fujimori y casos de corrupción que implican a muchos políticos vigentes.
El desconcierto. Pese a lo trascendente de la medida del TC, la población quedó desconcertada: el presidente Vizcarra no dijo una sola letra de su propuesta del adelanto de elecciones, que un día antes había sido archivada en el Congreso.
Nadie entendía nada. El premier Salvador del Solar, incluso, había dicho que el gobierno no se iba a quedar con los brazos cruzados. “Esto es un engaño”, “nos ha traicionado”, “¿para qué hizo tanta bulla y al final no hará nada?”, se escuchaba en las calles. Los críticos del Gobierno también decían que la nueva propuesta era un “manotazo de ahogado”.
¡Hablen, pues! Uno de los grandes problemas de este gobierno es su falta de comunicación. Recién el domingo, cuando la incertidumbre de la población crecía, el ministro de Justicia, Vicente Zeballos, y en la noche el mismo presidente Martín Vizcarra dijeron que “el adelanto de elecciones no es un capítulo cerrado” y explicaron la importancia y urgencia de la nueva propuesta relacionada al TC. Si me deniegan esa moción –advirtió Vizcarra- disolveré el Congreso. El 70% de la población que apoya esa medida aplaudió al mandatario.
Una sola fuerza. Durante los días de crisis se habló de un divisionismo en el gabinete ministerial, pero ya el sábado una fuente oficial me contó que eso no era cierto. “Todos los ministros, sin excepción, respaldamos el adelanto de elecciones y la propuesta del TC. Estamos y seguiremos unidos. Aquí nadie tiene temor. Nos quieren meter miedo, pero la Constitución nos respalda”, comentó.
Narró que durante los debates internos en Palacio de Gobierno, los ministros de Economía y Relaciones Exteriores, Carlos Oliva y Néstor Popolizio, analizaron lo que podría ocurrir en la economía y en el frente externo, pero coincidían en que el adelanto de elecciones no perjudicaría a sus sectores.
Las reuniones de Salvador. ¿Por qué Del Solar se reunía con representantes del fujiaprismo?, se preguntaron muchos cuando el jueves se conoció que se había reunido con varios congresistas, entre ellos Luis Galarreta, el más radical de los parlamentarios fujimoristas.
Según otra fuente palaciega, pese a que se sabía que los fujiapristas no son de confiar, se trató de buscar soluciones a fin de encontrar un entendimiento para que la propuesta de adelantar las elecciones se aprobara. “Fue un error no decirlo públicamente”, reconoció.
Contó que se estaba llegando a un acuerdo para que los comicios fueran en octubre del 2020, pero los interlocutores, astutos como siempre, propusieron el retorno de la bicameralidad, lo que les permitiría a muchos de los actuales y cuestionados congresistas reelegirse como senadores.
Siempre según la fuente, el presidente Vizcarra le dijo a Del Solar que eso no era negociable. No le faltaba razón. Él mismo se había opuesto a la bicameralidad y hasta pidió a la población votar en contra de ella en el referéndum del año pasado. El 85.1 % lo respaldó y votó en contra de esa medida.
Las reuniones iban y venían hasta que el miércoles llegaron a los oídos de la congresista Rosa Bartra, presidenta de la Comisión de Constitución. Bartra entró en trompo y al día siguiente mandó al archivo la propuesta presidencial con los votos del fujiaprismo y sus aliados.
Mechita la figuretti. Fiel a su afán de protagonismo, la vicepresidenta Mercedes Aráoz filtró a la prensa que se había reunido con el presidente Vizcarra para tratar el tema de la crisis política. El mismo Vizcarra contó en la noche del domingo que le preguntó a Aráoz qué haría si él renunciaba o lo vacaban. Aráoz le contestó que ella no renunciaría y asumiría la presidencia “para cuidarlo”. Parece que su eterno sueño nunca se hará realidad.
El presidente cumplió su palabra y disolvió el Congreso, el pueblo festeja, pero aún vienen tiempos difíciles. Nos vemos el otro martes.