
El viaje que parecía ser el inicio de un gran proyecto agrícola terminó convertido en una pesadilla. César Augusto Ortiz Alponte, empresario moqueguano de 42 años, desapareció el 2 de septiembre en Tingo María y días después sus restos calcinados fueron hallados en un descampado de Aguaytía. La Policía reveló que detrás del crimen estaba una organización criminal bautizada como ‘Los Hoteleros de la Muerte’.
Ortiz llegó a la selva central el 30 de agosto para adquirir terrenos destinados al cultivo de cacao y plátano. Se hospedó en el Hotel Internacional, ubicado en la avenida Raimondi, sin imaginar que ese lugar sería su perdición. El 2 de septiembre salió rumbo a la zona conocida como El Afilador, en la carretera Tingo María–Huánuco. Una cámara lo captó bajando de un taxi en el grifo García. Fue la última vez que se le vio con vida.

Horas después, su familia empezó a recibir llamadas y mensajes de WhatsApp aterradores. Los delincuentes advertían que, si no pagaban un rescate de tres millones de soles, el empresario sería mutilado. Para aumentar la presión, enviaron un video donde César aparecía con los ojos vendados, suplicando por su vida.
Los captores no se detuvieron allí. Amenazaron con cortarle un dedo por cada día de demora. Incluso llegaron a decir que su vida valía “tres millones de dólares”. La hermana de Ortiz, que vive en Moquegua, fue una de las primeras en recibir los mensajes. Pero reunir semejante suma era imposible.
EL FIN DE LOS ‘HOTELEROS DE LA MUERTE’
Las pesquisas del Depincri Leoncio Prado apuntaron directo a los trabajadores del Hotel Internacional. La Policía descubrió que un grupo de recepcionistas había facilitado información clave a la banda criminal. Entre los detenidos figura Carlos Daniel Espinoza Domínguez, señalado como presunto cabecilla y con nexos con la red Los Pulpos Nueva Generación.
De acuerdo con las investigaciones, Espinoza se había ganado la confianza de la víctima. Días antes del secuestro pidió licencia en su trabajo, dejando a cargo a sus cómplices. También fueron detenidos Juan Roger Deza Espinoza, Enma López Muñoz y Thalía Ramos Romayna, quienes habrían participado en el plan para atraer a la víctima hacia la trampa mortal.

Tras la captura de López Muñoz, la Policía ubicó la vivienda donde el empresario fue mantenido en cautiverio. Posteriormente, mediante la geolocalización del celular de Espinoza, se llegó hasta Santa Rosa, en la provincia de Padre Abad, Ucayali. Allí se encontró un cadáver calcinado en un descampado.
Las pericias confirmaron lo peor: se trataba de César Ortiz. Había sido torturado, descuartizado y enterrado. Sus restos fueron trasladados a la morgue de Tingo María mientras continuaban las diligencias para identificar a más implicados.
El crimen generó indignación en todo el país. Especialistas en criminología advirtieron que casos como este reflejan la brutal normalización de la violencia en el Perú. El exviceministro del Interior, Ricardo Valdés, sostuvo que los responsables podrían recibir cadena perpetua.











