Un nuevo ataque de extorsionadores ha vuelto a sembrar el miedo entre los transportistas de Lima. Esta vez, un grupo de extorsionadores incendió un bus de la empresa Etrancisa frente a la vivienda de su propietario, en el distrito de Santa Anita.
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El vehículo quedó completamente destruido por las llamas, el hecho ocurrió durante la madrugada, mientras el afectado descansaba en su hogar.
El bus se encontraba estacionado en la avenida María Parado de Bellido cuando los criminales actuaron. Según el testimonio del dueño, fueron sus vecinos quienes lo despertaron para alertarle del siniestro.
Sin embargo, cuando salió a ver lo que ocurría, el fuego ya había consumido gran parte del vehículo, sin que se pudiera hacer nada para salvarlo.
Ataque ocurrió tras el paro de transportistas
La unidad calcinada pertenecía a la empresa Etrancisa, que opera la ruta entre La Molina y San Juan de Lurigancho con una flota de alrededor de 70 vehículos. El propietario explicó que lleva siete años trabajando en la compañía y que el día del atentado no salió a laborar en señal de respaldo al paro de sus compañeros transportistas.
El afectado aseguró no haber recibido amenazas previas, aunque lamentó que la inseguridad se haya vuelto parte de la rutina del gremio. “Claro, como matan a amigos, a colegas”, comentó con indignación, reflejando la preocupación generalizada entre los choferes y propietarios de buses.
Las autoridades municipales informaron que en la zona del ataque existe una cámara de seguridad que podría resultar clave en la identificación de los responsables. Los agentes de la Policía Nacional ya se encuentran revisando las imágenes para determinar la ruta de fuga de los implicados.
Vecinos del sector señalaron que este no sería el primer caso registrado en Santa Anita. Otros ataques similares se habrían producido en semanas anteriores, todos con el mismo modus operandi: la quema de unidades o amenazas directas contra los propietarios. Esta situación ha generado un ambiente de miedo entre los transportistas.
El dueño del bus manifestó sentirse desprotegido y advirtió que muchos de sus colegas viven con temor constante. Además de las pérdidas materiales, explicó que cada jornada de trabajo se ha convertido en un riesgo para sus vidas. “Ya no se puede vivir tranquilo”, expresó, exigiendo mayor seguridad.
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