
El clan familiar ‘Los Vílchez’ cayó por extorsionar a conductores de transporte público en las rutas de Lima y Callao. Tras una investigación de la DIRINCRI y la Fiscalía de Crimen Organizado de Ventanilla, se logró desarticular parcialmente su estructura criminal, dedicada a cobrar cupos de entre cinco y diez soles por unidad y tramo, bajo la consigna “plata o plomo”.
Según la investigación, esta organización, que también operaba bajo el nombre ‘Perú Unidos’, usaba un pequeño ejército de sicarios para asesinar a los transportistas que se negaban a pagar. El seguimiento policial permitió rastrear el dinero y hallar documentación contable que evidenciaba ganancias ilícitas superiores a dos millones de soles.

El reciente operativo movilizó a unidades élite de la PNP, entre ellas la SUAT (Subunidad de Acciones Tácticas de la PNP) y agentes de inteligencia, que irrumpieron en el búnker del clan, ubicado en la cuadra 8 del jirón Loreto, en el Callao. En el lugar se incautaron documentos, municiones, marihuana y cartuchos de dinamita.
Según el coronel PNP Holger Obando, jefe de la Brigada contra la Criminalidad, ‘Los Vílchez’ habían convertido toda la manzana en un bastión criminal. “Tenían controlado todo: los vecinos, los movimientos y hasta la presencia policial”, detalló.
EL “PEAJE” DEL MIEDO
El cobro de cupos era diario y sistemático. Cada vehículo debía entregar seis soles o dos soles por vuelta, y los ingresos eran canalizados también por Yape y WhatsApp, mediante cuentas gestionadas por miembros del clan como Yeuris Rodríguez y Alejandra Meregote.
Los documentos hallados mostraban nombres, placas y montos, confirmando el cobro a transportistas en zonas como la avenida 2 de Mayo, Faucett con Venezuela y Ventanilla. Era un “peaje criminal” que funcionaba a plena vista y que generaba hasta tres millones de soles al año, según el coronel Obando.
Dentro del esquema, cada integrante cumplía un rol: Kelvin Rodríguez, alias ‘Cachorro’, recolectaba los pagos; Roxana Vílchez Alcalde y su hija Nataly Berríos Vílchez se encargaban de manejar las finanzas del grupo, mientras Johan Berríos Vílchez, el líder, coordinaba las operaciones desde la sombra.
Durante la intervención, la PNP debió usar explosivos controlados para ingresar al inmueble, que tenía una puerta blindada de cinco centímetros de acero. Pese a ello, Johan Berríos logró escapar descolgándose por una ventana del tercer piso.
MADRE E HIJA MANEJABAN EL DINERO DEL CLAN
La captura de Roxana Vílchez, madre del cabecilla, fue considerada un golpe clave para debilitar la estructura económica de ‘Los Vílchez’. “Ella era la persona que manejaba la economía de la banda criminal. Atacar su flujo económico ha sido un golpe contundente”, explicó el coronel Obando.
En los registros incautados se hallaron manuscritos con nombres, montos y placas de vehículos. Estos documentos permitieron corroborar la magnitud del negocio ilícito y la ruta del dinero.

La organización familiar había expandido su poder desde el tráfico de drogas y los secuestros hasta el monopolio de los paraderos. Desde 2020, su reputación se cimentó en la violencia: Johan Berríos, exintegrante de ‘Los Sanguinarios del Callao’, acumulaba más de quince procesos fiscales, la mayoría por sicariato.
El poder de ‘Los Vílchez’ se extendía a tal punto que, en septiembre, uno de sus sicarios habría asesinado a Paul Michel Luna Coloma, presunto miembro de una banda rival, en una disputa por el control de un paradero en Bellavista. El crimen fue registrado por cámaras de seguridad y reforzó las pruebas en la carpeta fiscal.
Hoy, la Policía continúa con la búsqueda del prófugo Johan Berríos Vílchez, mientras la Fiscalía prosigue con la investigación para identificar a todos los involucrados. “La policía no ha detenido para investigar, hemos investigado para detener”, recalcó el coronel Obando.
El operativo, que fue seguido por drones y cámaras, marcó el inicio del fin del “peaje criminal” que por años impuso terror entre los transportistas del Callao. Las autoridades aseguran que la caída de este clan es un paso decisivo para devolver la tranquilidad a las calles de Lima y el primer puerto.
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