Las, ciertamente, no llegaron con los delincuentes pero se han potenciado con estos en los últimos años. En el Perú casi no hay actividad económica, grande o pequeña, que no sea víctima de con violencia.

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Se extorsiona igual a humildes mototaxistas, choferes de combi, taxistas, bodegueros, albañiles, como a dueños de pollerías, empresarios, obras de construcción y hasta a minas informales y legales.

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Según estadísticas, hasta 2019 se denunciaban más de 5 mil intentos de extorsión cada año en Perú, pero la cifra cayó a la mitad con la pandemia. Entre enero y julio de este año, ya hay 6.843 denuncias registradas en comisarías, o sea 2.532 más que en todo el año pasado.

Parece ser que el endurecimiento de las penas no ha servido para detener esta modalidad del delito. Hace unos meses, el Congreso modificó el Código Penal para castigar la extorsión. El Artículo 200 del Código Penal señala que “quien mediante violencia o amenaza obliga a una persona o a una institución pública o privada a otorgar al agente o a un tercero una ventaja económica indebida u otra ventaja de cualquier otra índole, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de diez ni mayor de quince años”. Pese a ello, la ‘industria de cobro de cupos’ sigue boyante.

MODUS OPERANDI

El proceso de extorsión, con variantes, es así: Primero se elige el objetivo. Puede ser una bodega, un grifo, una obra de construcción o cualquier actividad económica. Luego se envía la amenaza por vía telefónica (los números, la data, se consigue en Wilson), mensajes de texto o con cartas escritas en papel. Al comienzo se invitar a negociar. Se da un plazo a la víctima y se ofrece una cantidad. Luego vienen las amenazas con insultos y aporte de datos de la familia del objetivo, lo que denota ‘reglaje’.

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Si la víctima no aporta (si lo hace, los delincuentes siempre pedirán más), vienen las agresiones. Estas pueden ser disparos a la vivienda o negocio, disparos a los vehículos o estallido de artefactos explosivos en un inmueble.

Las bandas más avezadas asesinan. Es el caso del venezolano, de 32 años de edad, a quien un sicario en moto lineal lo asesinó de varios balazos en el pecho en Chorrillos. Había dejado un pasajero y se disponía a regresar a su paradero. Días antes se había negado a pagar cupos.

En octubre pasado, el chofer de combi (38), quien era conocido como ‘Pollito’ entre sus amigos, fue asesinado a balazos por sicarios, en Santa Anita, por negarse a una extorsión.

El hecho se produjo cuando la víctima conducía la unidad por la Av. Los Chancas, en el distrito de Santa Anita. “Fue una moto lineal, dos personas, asumo que son dos venezolanos, por la parte física y que dispararon como si nada. El conductor murió al instante”, contó una testigo a la Policía.

LOS PAGOS

Si las víctimas pagan, los hampones usan varias técnicas. El pago directo, en la mano, que es peligroso para ellos. Por ello usan a personas que prestan sus cuentas bancarias para esos depósitos a cambio de un pago.

Sin embargo, en el Callao, se descubrió otra modalidad.

El jefe de la División de Investigación Criminal de la Policía en el primer puerto, comandante Francisco Juan Casafranca Rupay, señaló que se trata de los llamados ‘depósitos equivocados’ a cuentas ajenas que están plenamente identificadas por los delincuentes. Luego ofrecen dinero a los titulares por el supuesto error cometido y así adueñarse del monto depositado producto de la extorsión.

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