
Las murallas coloniales del Centro Histórico esconden más que historia y tradición. En la misma ruta turística donde los visitantes admiran balcones y casonas, las mafias han levantado sus propios imperios criminales. Una de esas calles donde parece que el brazo de la ley no puede llegar a pesar de su cercanía con las sedes de las principales instituciones gubernamentales del país es el jirón Zepita.
Un equipo de Panorama, con apoyo de la Policía Nacional y la Municipalidad de Lima, ingresó al llamado ‘búnker’ de la prostitución, un hostal acondicionado para que mujeres sean obligadas a captar clientes, con tarifas de 50 soles por servicio y 20 por el cuarto.

Las cámaras revelaron pasillos estrechos, ocho habitaciones con puertas reforzadas y cámaras de videovigilancia en cada piso. Según las autoridades, este espacio era controlado por la organización transnacional One Family, brazo del ‘Tren de Aragua’, que imponía contratos de muerte a las víctimas si no cumplían con las cuotas diarias. En una de las habitaciones se halló a una menor de edad, lo que obligó a la Policía a derribar la puerta a patadas.
DELINCUENCIA EN LAS CALLES ALEDAÑAS
La explotación sexual no es el único problema. A pocos metros, en jirones como Quilca y Ocoña, delincuentes al paso acechan a transeúntes embriagados para arrebatarles sus pertenencias. Las cámaras del serenazgo captaron cómo un ladrón se preparaba para atacar a un joven tambaleante, pero fue reducido por agentes municipales antes de cometer el robo.
El recorrido también llegó al parque Neptuno, convertido en punto fijo para la venta de marihuana y cocaína. Los reporteros compraron droga a plena vista, gastando apenas 20 soles. Cuando cayó la noche, las bancas se llenaron de consumidores de alcohol y estupefacientes, mientras el lugar quedaba cubierto de botellas y basura.

PLAZA SAN MARTÍN, EPICENTRO DEL ABANDONO
Otro escenario alarmante fue la Plaza San Martín, ícono de marchas y movimientos sociales durante el día, pero dominada por pandillas y consumidores al caer el sol. Allí se ofrecen servicios sexuales clandestinos y circula droga sin mayor control.
Al cierre del operativo, la Municipalidad de Lima anunció la clausura y tapiado del hostal intervenido en Zepita, clausurado ya en ocasiones anteriores. “Hemos dado un golpe contra la prostitución clandestina. No volverá a funcionar”, señaló un vocero edil.
Sin embargo, la investigación de Panorama expone una contradicción evidente: mientras se invierten millones en restaurar plazas y casonas coloniales, se destina casi nada en reforzar la seguridad en el damero de Pizarro. La historia, como advierte el reportaje, se repite cada noche en el corazón de Lima.

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