El asesino español Genaro Ortiz y el local del hotel en la actualidad.
El asesino español Genaro Ortiz y el local del hotel en la actualidad.

El 24 de junio de 1930 cambió para siempre la historia del Perú. Nacía la crónica roja policial, pero también la inseguridad ciudadana, esa sensación de que los más horrendos crímenes, de los que solo nos enterábamos por las noticias, podían también suceder en nuestro país.

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Ese día, un ciudadano español asesinó de un martillazo a su compatriota dentro de una habitación del hotel Comercio, ubicado donde hoy se encuentra el famoso bar Cordano, luego descuartizó su cuerpo y lo colocó en dos maletas que después abandonaría en un cuarto alquilado a unas cuadras de ahí. El macabro asesinato remeció a la opinión pública y acabó con nuestra ingenuidad.

El asesino español Genaro Ortiz
El asesino español Genaro Ortiz

“Por fin tenemos en nuestro medio, uno de esos crímenes horripilantes que son moneda corriente en Londres, Nueva York, Berlín o Chicago”, escribió con emoción Clemente Palma, director de la Revista Variedades e hijo del recordado autor de las Tradiciones Peruanas, Ricardo Palma. Por increíble que parezca, el crimen fue nuestra graduación, nuestra entrada a la modernidad del siglo 20.

Todo empezó el 20 de junio de aquel año. Ese día, los españoles Genaro Ortiz y Marcelino Domínguez arribaron a la Estación Desamparados, donde funciona actualmente la Casa de la Literatura Peruana), procedentes de Bolivia, donde se dice que habían asaltado una joyería. Elegantes y ambiciosos, los jóvenes compañeros de viaje habían pasado también un tiempo en Argentina buscando fortuna.

Tras llegar a Lima, se hospedaron en el conocido hotel Comercio, que se ubicaba desde 1985 en la esquina de la calle Pescadería con Rastros de San Francisco (hoy primera cuadra del Jirón Carabaya con Jirón Ancash), a un lado del Palacio de Gobierno. Se hospedaron en la habitación 89 y comenzaron a planear sus próximos movimientos.

Sin embargo, al parecer las cosas no estaban saliendo como ellos pensaban. En su tercera noche en la capital, comenzaron a discutir por el reparto de su botín y Ortiz le asestó un mortal martillazo a Domínguez. Entonces salió a comprar un cuchillo y amoníaco y, con precisión de cirujano, comenzó a cercenar el cuerpo de su compatriota. Luego puso cuidadosamente todos sus restos en dos maletas. A través del diario, se enteró que la familia Buendía alquilaba una habitación en la calle Concha 356 (actual jirón Ica). A la mañana siguiente, salió del hotel con las maletas a cuestas, pagó por la estadía sin levantar sospechas, y se presentó en la puerta de aquella casa para alquilar el cuarto. Dejó su equipaje en la habitación, la cerró con candado y avisó que regresaría pronto. Nunca lo hizo. Fue directamente al puerto a tomar un barco rumbo a Panamá.

FUGA Y CAPTURA

¿Lo tenía todo planeado o fue improvisando sus pasos? Lo cierto es que, al pasar los días, la fetidez insoportable que emanaba de aquel cuarto hizo que la familia Buendía llamara a la Policía. El 1 de julio de 1930, una semana después del crimen, los agentes descerrajaron la puerta y hallaron las maletas a punto de reventar y con un terrible olor desprendiendo de ellas. Las abrieron en la morgue, donde encontraron el cuerpo de un hombre seccionado en seis partes. En una maleta estaba la cabeza con las piernas dobladas y en otra el tronco y los brazos. Todo cuidadosamente envuelto en papel periódico. La necropsia arrojó que había fallecido por una fractura en la parte izquierda del frontal producida por un arma contundente.

Lima estaba en shock. La noticia ocupaba las portadas de todos los diarios día tras día y sus ventas se disparaban ante el interés del público en conocer los detalles más escabrosos del macabro crimen. Las investigaciones guiaron a los detectives hasta el hotel Comercio y descubrieron que Ortiz había huido con un pasaporte chileno falso a nombre de un tal Juan Bautista Araya Guerrero. Se dio el aviso internacional y, el 10 de julio, Ortiz fue capturado por la policía de Panamá y enviado de vuelta al Perú. “Me encomiendo a las manos de Dios, lo hecho, hecho está”, dijo al ser detenido.

Cientos de limeños lo esperaron en el muelle del Callao para verlo de cerca. Según los diarios de la época, su aspecto físico, “muy parecido a un actor de cine”, captó la atención de las limeñas. El español fue sentenciado a 25 años y encerrado en la Penitenciaria de Lima (conocida como el Panóptico). Sin embargo, antes de cumplir su condena, fue indultado por el presidente Manuel Prado Ugarteche. Ortiz nunca regresó a su patria y se quedó a vivir en el Perú con un nuevo nombre y en el total anonimato.

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EPÍLOGO

El hotel Comercio dejó de utilizar la habitación 89 y años después cerraría sus puertas para siempre. Sin embargo, sus cuartos continúan ahí vacíos como un recordatorio de aquella Lima que se fue. En el primer piso se ubica todavía el famoso bar Cordano, por donde aún desfilan los más conocidos políticos, poetas y artistas de nuestro país, algunos recordando seguramente la historia del crimen del hotel Comercio.

“Un crimen espeluznante, / monstruoso y sensacional, / es el que se ha cometido / aquí, en esta capital. / Este crimen se asemeja / al del nuevo Barba Azul, / que de una mujer los restos / viajar hizo en un baúl”, dice el vals ‘El horrendo asesinato y descuartizamiento’, que narra el horrendo crimen y cuya letra fue publicada en ‘El Cancionero de Lima’ No. 790, del viernes 4 de julio de 1930.

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