
Liz Fiorella Collantes, de tan solo 19 años, fue asesinada en circunstancias que han conmocionado a la región Huánuco. La joven, que soñaba con convertirse en docente y destacaba en el vóley, fue hallada sin vida con signos de violencia extrema. Su expareja, Yerico Tarazona, es señalado como el principal sospechoso y permanece prófugo, pese a que existe una orden de captura en su contra.
La noticia ha generado indignación y profundo dolor en Tingo María, donde Liz era conocida por su alegría y cercanía con la comunidad. El caso se suma a la lista de feminicidios que golpean al país y que ponen en evidencia la urgencia de fortalecer las acciones contra la violencia de género.
El 7 de septiembre, la adolescente fue vista por última vez en cámaras de seguridad, caminando tranquila por una calle de Tingo María. Horas después, su cuerpo apareció con múltiples hematomas y una profunda herida en la cabeza. Según la Policía, todo indica que intentó defenderse del brutal ataque.
Las investigaciones señalan que fue interceptada por su expareja cuando regresaba a casa. Para sus familiares, la agresión se relaciona con la decisión de Liz de poner fin a una relación marcada por los celos y la violencia psicológica.

El presunto feminicida
Yerico Tarazona, cinco años mayor que la víctima, es buscado intensamente por la Policía. Sobre él pesa una orden de captura vigente, y su búsqueda ha sido catalogada como prioritaria. Según el general Humberto Alvarado, jefe de la Región Policial Huánuco, las diligencias apuntan a su directa participación en el crimen.
Aunque en redes sociales solía mostrarse sonriente y compartiendo videos en paisajes selváticos, la familia de Liz sostiene que esa imagen ocultaba una personalidad violenta. Según ellos, Liz decidió terminar la relación para protegerse, una decisión que, según la hipótesis policial, habría motivado el ataque.
Roiser Collantes, hermano de la víctima, reveló tras el crimen que Liz nunca había contado en detalle el maltrato que sufría. “Mi hermana tenía sueños, quería ser docente, y este desgraciado no la dejó cumplirlos”, expresó con indignación.

Una joven llena de sueños
Desde pequeña, Liz expresaba su deseo de convertirse en profesora. Su familia la recuerda como una joven alegre, empática y apasionada por el vóley, disciplina en la que demostró talento y entrega. Sus redes sociales muestran esa energía, con bailes, mensajes positivos y momentos compartidos con sus seres queridos. Hoy, esas publicaciones se han convertido en un testimonio de lo que la violencia le arrebató.
Durante el entierro, familiares, amigos y vecinos acompañaron el féretro, que fue cubierto con la camiseta de uno de sus equipos de vóley. Ese gesto fue un homenaje a la pasión deportiva que marcó su vida. El cortejo fúnebre estuvo cargado de dolor, pero también de un fuerte clamor por justicia.











