
En Lima Norte, las tarjetas de pollada dejaron de ser un gesto de solidaridad para convertirse en el salvoconducto que evitaba represalias. Según las investigaciones de la División de Alta Complejidad (Diviac), Erick Moreno Hernández, alias ‘El Monstruo’, utilizó la venta obligada de estas tarjetas como una fachada precisa para encubrir el cobro de cupos a transportistas y empresarios.
El sistema parecía sencillo, pero su estructura era minuciosa. Los cómplices del cabecilla ofrecían polladas o chuletadas supuestamente benéficas a S/20 por unidad, pero las víctimas eran obligadas a comprar paquetes de 20, 30, 40 y hasta 50 tarjetas. Aunque en algunos casos se entregaban cinco o diez polladas reales, los pagos debían cubrir la totalidad del paquete exigido.

El informe de Punto Final reveló que esta modalidad permitió recibir depósitos bancarios sin levantar sospechas, pues las transferencias se justificaban como aportes a actividades solidarias. Así, el dinero circulaba entre cuentas receptoras vinculadas a la organización sin que los bancos detectaran movimientos irregulares.
Pese a que la compra simulaba apoyar a una causa, los transportistas sabían que detrás había una amenaza silenciosa. Cada tarjeta, cada paquete y cada depósito formaban parte de un engranaje que mantenía activa la recaudación semanal de la red extorsiva.
LA FACHADA BENÉFICA COMO ENGRANAJE DE EXTORSIÓN
De acuerdo con la Diviac, la organización liderada por el ‘Monstruo’ tenía asignadas zonas específicas para cada integrante, quienes recaudaban dinero entre empresas de transporte, comercios y locales en distintos distritos. Aunque los mensajes extorsivos parecían provenir de otros grupos, como los Despiadados del Cono Norte, la investigación determinó que se trataba de la misma red controlada por Moreno Hernández.
Desde Paraguay, donde permanecía antes de su captura, el ‘Monstruo’ continuaba impartiendo órdenes. La venta de tarjetas de pollada no solo encubría los cobros semanales, sino que mantenía operativa la estructura incluso cuando una facción era desarticulada. En junio, un operativo policial logró congelar varias cuentas vinculadas al núcleo financiero del grupo, pero el flujo económico no se detuvo.
La Unidad de Inteligencia Financiera identificó que desde 2023 se habían movido más de seis millones de soles a través de depósitos encubiertos. Entre las personas señaladas como parte del brazo financiero estaba Luciana Cruz Ruiz, cuñada de Moreno, cuyas cuentas habrían recibido más de dos millones ciento noventa y cinco mil soles.
Pese a estos golpes, las autoridades advirtieron que la maquinaria criminal intentaba recomponerse. Jeff Jarol Hidalgo Infante, alias ‘Cachete’, prófugo en Bolivia, sería el encargado de reorganizar el movimiento del dinero y reactivar las extorsiones, incluidas aquellas que utilizaban las tarjetas de pollada como pantalla.

¿CÓMO OPERABA EL COBRO ENCUBIERTO?
El trabajo coordinado entre la Fiscalía y la Diviac permitió establecer que la entrega de polladas físicas era mínima frente a la cantidad exigida. Esta diferencia justificaba la entrada de grandes montos a cuentas utilizadas por la organización, algunas cedidas voluntariamente y otras bajo presión. Los vouchers de depósito eran enviados directamente a ‘Cachete’, reforzando el control sobre cada pago.
Las cámaras de seguimiento documentaron la división geográfica del cobro. En zonas como Lima Norte, Comas e Independencia, los encargados visitaban empresas y conductores para asegurar que la compra de tarjetas continuara sin interrupciones. La fachada solidaria facilitaba la continuidad de la red incluso cuando uno de sus operadores era detenido.
Un aspecto del informe mostró que, además del sistema de polladas, algunos transportistas habían sido obligados a pagar cuotas diarias, aunque esta práctica se complementaba con la venta de tarjetas y no reemplazaba su función como fachada principal. La organización utilizaba múltiples mecanismos para sostener los ingresos, pero la pollada falsa era la pieza más visible y efectiva.

La Diviac y la Fiscalía Especializada contra la Criminalidad Organizada coincidieron en que la estructura logró infundir temor también entre operadores de justicia. Las amenazas se mantuvieron activas incluso cuando parte del núcleo financiero había sido golpeado, lo que evidenciaba la capacidad de la organización para sostenerse a través de sistemas aparentemente inofensivos como una simple tarjeta de pollada.
Las investigaciones continúan. La extradición de ‘El Monstruo’ aún está pendiente, y sus operadores siguen bajo la mira policial. Mientras tanto, miles de transportistas esperan que cada cuenta congelada debilite un poco más a una red que disfrazó la extorsión con la apariencia de un gesto solidario que, en realidad, era la entrada a una maquinaria de miedo.










