
La historia criminal del Perú está plagada de casos que hielan la sangre, pero pocos dejaron una herida tan profunda como el de Eyvi Lizet Ágreda Marchena, una joven de apenas 22 años, que soñaba con un futuro mejor en Lima y que terminó convertida en símbolo de la violencia contra la mujer. Más de siete años después, el programa policial de América ‘Evidencia oculta’ abordó este estremecedor hecho que sigue conmoviendo al país.
Era la noche del 24 de abril del 2018 cuando Eyvi tomó un bus de la Línea 8 en Miraflores, rumbo a su casa en Chorrillos. No sabía que, en los asientos del fondo, la esperaba su verdugo: Carlos Javier Hualpa Vacas (35), un hombre obsesionado con ella, que no aceptaba el rechazo y que, enceguecido por su machismo, ya tenía preparado un plan macabro.

Testigos cuentan que Hualpa, vestido con polera naranja, lentes oscuros y mochila negra, esperó el momento exacto para acercarse a su víctima. Sin mediar palabra, le roció gasolina y, con la frialdad de un criminal, encendió un fósforo.
Las llamas envolvieron el cuerpo de Eyvi en segundos. El fuego también alcanzó a once pasajeros más, mientras el bus se convertía en un infierno rodante. “Te quemo porque si no eres mía, no eres de nadie”, alcanzó a decir el feminicida antes de huir en medio del caos.
Los gritos desgarraban la avenida República de Panamá. Algunos pasajeros intentaron apagar el fuego con un extintor, pero la piel de Eyvi ya estaba destruida. Con más del 60% del cuerpo quemado, fue trasladada primero al hospital Casimiro Ulloa y luego al Guillermo Almenara, donde comenzó una batalla titánica por su vida.
UNA VIDA DE SUEÑOS TRUNCADOS
Eyvi había nacido en Cajamarca el 8 de octubre de 1995, en el distrito de San José de Lourdes. Desde pequeña ayudaba en las labores del campo, pero siempre soñó con salir adelante. Por eso, migró a Lima: quería estudiar, trabajar y sacar adelante a sus hermanos.
Se instaló en Chorrillos, primero en casa de una tía, y poco a poco logró traer a dos de sus hermanas. Su meta era sencilla y enorme a la vez: un futuro digno para ella y su familia.
Pero la fatalidad le salió al encuentro en forma de un acosador que confundió la obsesión con amor y decidió castigarla por ejercer su derecho a decir “no”.

LUCHA CONTRA LA MUERTE
Desde el primer día, los médicos advirtieron lo crítico de su estado: vías respiratorias dañadas, órganos comprometidos y quemaduras de segundo y tercer grado en gran parte del cuerpo. Fue sometida a ocho operaciones en tiempo récord, y los doctores planificaban más de diez.
El Perú entero siguió su evolución. Policías, militares y ciudadanos donaban sangre para ella. El propio presidente Martín Vizcarra y la titular de Essalud, Fiorella Molinelli, prometieron apoyo total.
Durante semanas, Eyvi resistió como una guerrera. Pero el 1 de junio del 2018, tras cinco semanas de dolor indescriptible, su cuerpo no pudo más. Murió a los 22 años.
La noticia generó indignación nacional. Esa misma tarde, miles de mujeres salieron con velas y flores blancas frente al Palacio de Justicia para exigir un alto a la violencia. En la marcha Ni Una Menos de agosto, el nombre de Eyvi se volvió bandera de lucha.

LA CAÍDA DEL FEMINICIDA
Mientras ella peleaba por su vida, la Policía no perdió tiempo. Analizando cámaras de seguridad y rastreando sus movimientos, los agentes de la Depincri Miraflores capturaron a Hualpa Vacas apenas dos días después del ataque, en Carabayllo.
Tenía una quemadura en el brazo, que intentó justificar con una torpe excusa: “Me quemé cocinando”. Al inicio lo negó todo, pero acorralado por las pruebas, terminó confesando.
El sujeto fue acusado de feminicidio agravado en grado de tentativa, lesiones graves contra siete pasajeros y peligro por incendio. Durante el juicio, llegó a decir que solo quería “desfigurarla”. “Nadie me quiere, pido perdón, pero sé que nadie me perdonará”, murmuró en otra ocasión.
Pero los jueces no creyeron en su supuesto arrepentimiento. El 28 de mayo del 2019, Carlos Hualpa fue condenado a 35 años de prisión. Hoy purga condena en el penal de máxima seguridad de Cochamarca, en Cerro de Pasco, a 4,350 metros de altura, uno de los lugares más fríos y duros del país.

UNA HERIDA QUE NO CIERRA
El caso de Eyvi Ágreda sigue siendo recordado como uno de los feminicidios más brutales del Perú. Su historia resume el drama de miles de mujeres que son acosadas, violentadas o asesinadas solo por el hecho de decir “no”.
Eyvi soñaba con estudiar, trabajar y ayudar a su familia. Tenía toda la vida por delante, pero la violencia machista la arrancó del mundo.Su nombre, sin embargo, no se apagó. Se convirtió en símbolo, en bandera y en grito de justicia que aún resuena: “Ni una menos. Viva Eyvi. Vivas nos queremos”.










