
A plena luz del día, entre los pasillos de la galería Polvos Chalacos, en el Callao, un adolescente de apenas 16 años caminó decidido hacia su objetivo. No conocía a su víctima. No había venganza ni rencilla previa. Solo una orden, una cifra y un encargo: matar por 2 mil soles.
El comerciante de celulares se llamaba Christian Villalba Barturen, de 48 años. Y aquel 23 de abril de 2025 atendía su puesto con la rutina de siempre, sin imaginar que esa mañana su asesino ya lo había marcado. Las cámaras de seguridad registraron cada paso del sicario.

Un vehículo gris lo dejó a pocas cuadras del centro comercial. Entró al local, recorrió los pasillos, subió al segundo piso, bajó y apuntó. Disparó una vez. Cuando Villalba cayó, lo remató. Luego escapó con frialdad, por la misma ruta por la que había ingresado. Todo duró segundos.
CONFESÓ, PERO QUEDÓ LIBRE
Poco después del crimen, la Policía capturó al menor, conocido como alias ‘Neto’. Durante su interrogatorio, confesó sin titubear: contó que una banda criminal le había encargado el asesinato y que, a cambio, le prometieron 2 mil soles.
“Como yo iba a viajar, necesitaba esa plata que al último no me la dieron. Yo con esa plata iba a mandar a mi enamorada a España”, declaró el adolescente, frustrado porque el pago nunca llegó.
Su testimonio reveló que ya tenía antecedentes por tráfico de drogas. Aun así, por ser menor de edad, fue liberado con comparecencia simple. Esa decisión le permitió desaparecer. Durante seis meses, nadie supo de él.
Se escondió en una vivienda del jirón Loreto, en el Callao. Cambió de apariencia, dejó de publicar fotos y evitó salir. Pero no abandonó la vida delictiva. Seguía negociando armas y pactando encargos criminales.
VIDEOS, ARMAS Y UNA NUEVA CAPTURA
En audios obtenidos por la Policía, Neto ofrecía pistolas, hablaba de calibres y pedía adelantos por “vueltas”, como se conoce en el argot criminal a los asesinatos por encargo. En uno de los mensajes decía: “Me adelantas algunas monedas, y me dices pa’ cuándo”.
Las cámaras municipales del Callao registraron nuevamente su presencia. El centro de monitoreo identificó su figura, su caminar y hasta los guantes negros que usaba para ocultar los tatuajes de sus manos.
Fue recapturado cuando caminaba por una calle cercana a la avenida Costanera. Intentó correr, pero solo avanzó unos metros antes de ser reducido. En la comisaría cambió su versión: negó haber disparado y dijo que los videos los veía su abogado. Pero en su primera declaración ya había admitido el crimen.

UN ADOLESCENTE CON RANGO CRIMINAL
La Policía sostiene que alias Neto no era un sicario improvisado. Tenía un rol estable dentro de una red criminal del Callao: ejecutaba asesinatos, vendía armas y distribuía droga.
En sus conversaciones hablaba de viajes a provincias y exigía pagos adelantados. También planeaba salir del país junto a su enamorada, buscando escapar de la violencia que él mismo había alimentado.
El general PNP Isaac Candia, jefe de la región policial del Callao, lo calificó como “un sujeto peligroso para la sociedad” y confirmó que el adolescente reconoció su responsabilidad en el homicidio.
Hoy, alias Neto permanece internado en un centro juvenil de rehabilitación, mientras las autoridades evalúan medidas especiales debido a su perfil criminal.
El caso expone un fenómeno creciente: adolescentes convertidos en sicarios, formados y respaldados por bandas delictivas. Una generación de violencia que crece entre los callejones del Callao, donde matar por dinero se aprende antes de cumplir la mayoría de edad.

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