
Antes de ser capturado en Lima, Tony Janzen Valverde Victoriano, más conocido como ‘Pequeño J’, trataba de mantener la calma. Mientras escapaba de la justicia por el triple crimen narco en Florencio Varela, Argentina, enviaba audios a una de sus novias, con quien seguía en contacto a pesar de estar prófugo. En uno de ellos, el joven trujillano reveló que vivía “en guerra” y que apenas dormía, temiendo que su situación pusiera en riesgo a la mujer que amaba.
“Sí, mi amor, pero escúchame. Espérame que arregle este problema, porque yo la verdad ando corrido, no ando ni en mi casa”, se le escucha decir con voz cansada en uno de los mensajes. En otro, agrega: “Ando en lugares lejos, y es feo porque me tengo que dejar humillar. Yo nunca me he dejado humillar por nadie. Llega el tombo, pum; llegan los tíos, me cobran, pa, pa, pum, me quitan mi plata, y se van...”.

Su tono, pese al peligro, era sereno. Intentaba tranquilizar a la joven, aunque le advertía que no quería verla sufrir. “No quiero que tú veas lo que paso. ¿Entiendes? Yo te tengo que traer a ti cuando todo esté bien, no te tengo que traer a ti en guerra. No te quiero ver estresada ni triste, ¿viste?”, decía el fugitivo, sin imaginar que esas palabras serían su sentencia.
LOS AUDIOS QUE MARCARON SU FIN
Esa relación amorosa, aparentemente inofensiva, terminó siendo la clave de su caída. Según el ministro de Seguridad bonaerense, Javier Alonso, la joven colaboró con las autoridades y aportó información vital. Fue ella quien reveló los números telefónicos que ‘Pequeño J’ usaba para comunicarse y, gracias a eso, los investigadores lograron rastrear su ubicación.
“Obtuvimos el teléfono que estaba usando y lo pusimos en escucha directa. Así empezamos a tener su ubicación a través de las antenas y tomamos conocimiento de que estaba saliendo del país”, relató Alonso. Desde entonces, la ruta del prófugo fue seguida paso a paso.
Los agentes determinaron que el trujillano había huido de Argentina tras el hallazgo de los cuerpos de Morena Verri (20), Brenda del Castillo (20) y una menor de 15 años, víctimas de un brutal triple feminicidio. En su fuga, llevaba tres teléfonos y cambiaba de chip constantemente para no ser rastreado. Pero una llamada lo delató.
El contacto que mantuvo con su novia argentina permitió a la Policía de Buenos Aires captar su señal y rastrearlo. En paralelo, su mano derecha, Matías Agustín Ozorio, también era seguido y fue detenido primero en Lima. Lo que ‘Pequeño J’ no sabía era que su lugarteniente ya había caído.

Las autoridades peruanas y argentinas unieron esfuerzos y, cuando detectaron que Valverde se dirigía hacia el sur, simularon una conversación con él usando el teléfono de Ozorio. Creyendo hablar con su aliado, el narco acordó un punto de encuentro en Pucusana. Allí lo esperaban los agentes.
Al llegar, ‘Pequeño J’ fue arrestado sin resistencia. Llevaba aún consigo los celulares que lo habían traicionado y que guardaban los audios con los que intentaba sostener su relación sentimental mientras huía. El mismo amor que buscó proteger, terminó delatándolo.
EN PRISIÓN
Tras su detención, el Poder Judicial peruano dictó nueve meses de prisión preventiva mientras se tramita su extradición a Argentina. El juez Christian Rafael Chumpitaz Pariona consideró que existía riesgo de fuga y dispuso que el joven fuera internado en el penal de Cañete, bajo custodia del INPE.
Así terminó la huida del narco trujillano que decía estar “en guerra”. Sus propias palabras, dichas al oído de una novia, fueron el eco que guio a la policía hasta su escondite.
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