Por: Miguel Ramírez

En abril del 2012, el suboficial de la policía Luis Astuquillca vivió la más horrible pesadilla que lo marcaría para siempre: vio convulsionar, agonizar y morir en sus brazos a dos de sus compañeros, y durante 17 días tuvo que enfrentarse y huir de una docena de senderistas, que lo perseguían en la espesura de la selva del .

Apenas llegó a un poblado herido de la pierna y casi moribundo, Astuquillca brindó a las autoridades un dramático testimonio. Una copia de lo que dijo -que me llegó horas después gracias a una fuente y que publiqué en ‘El Comercio’ ese mismo día- hasta hoy lo conservo como un doloroso recuerdo.

El policía narró que el jueves 12 de abril de ese año, un helicóptero con 15 efectivos salió de la base de Kiteni. La misión era dejar a grupos de agentes en diferentes zonas para patrullar y hacer trabajo de inteligencia. Astuquillca, su promoción César Vilca Vega y el suboficial Lánder Tamani Guerra, fueron dejados en una loma donde habían dos chozas.

Ni bien descendieron, de los matorrales salió una lluvia de disparos contra la nave, que tuvo que salir a toda máquina. Los tres policías se quedaron completamente solos. Sentían que los senderistas los estaban cercando. Cuando cayó la noche, caminaron río abajo. La oscuridad era completa. No veían nada. Decidieron dormir parados en un acantilado.

Al día siguiente, a las 8 de la mañana, los terroristas los encontraron. Tamani fue abatido y Vilca fue herido en la pierna izquierda. La herida se le abrió como una rosa. “Tuve que repeler el ataque solo, pero antes le hice a Vilca un torniquete en su pierna, que no dejaba de sangrar. Luego me arrastré hasta llegar al cuerpo de Tamani. Recuperé su AKM, la desarmé y la boté por el lugar”, contó Astuquillca.

Luego prosiguió: “El sábado empezó a llover. Nos mojamos todo el uniforme. Junté agua en una botella de plástico para tomar. En la noche cubrí con mi bolsa de plástico a mi promoción. Dormimos juntos, cada uno con su arma. Vilca todavía estaba consciente, pero ya había convulsionado tres veces. Estaba pálido y frío. Le dije que le daría calor y dormimos abrazados. Así pasamos la noche”.

El domingo, cuando Astuquillca quiso inspeccionar el lugar, recibió disparos en el pie y en el brazo y cayó por un acantilado. ‘¡Camachín, me han disparado!’, le gritó a Vilca. ‘Escápate, escápate’, le contestó su compañero herido. Fue la última vez que escuchó su voz.

Astuquillca logró sobrevivir 14 días más. El cuerpo de su amigo César Vilca fue encontrado días después por su valiente padre, don Dionisio Vilca. Tenía golpes en las manos y en el cráneo. Antes de matarlo, los senderistas lo habían torturado.

Estos son los policías que nos llenan de orgullo. Nos vemos el otro martes.

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