Periodismo de periodistas. Los reporteros son como el salmón, avanzan en sentido contrario al que van los demás. Con los ojos bien abiertos, observando su entorno, con la emoción a flor de piel, pero también llenos de preocupación. Mariel Pippa es una comunicadora de , ha recorrido la ciudad narrando historias, denunciando, arriesgando su vida y la no la detuvo, por el contrario, la llevó a buscar información en una sin gente en la calle, casi fantasmal, pero con noticias en cada esquina. El COVID puso a prueba su profesionalismo, dejó de ver a su hija varios meses y ese ha sido el dolor más indescriptible que le toco experimentar.

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LA CONFESIÓN

Estaba gestando, ya lo sabía mi jefa, pero no se lo había dicho a nadie más y como soy delgada, no se notaba. Era el tiempo de la marcha de los ‘Pulpines’ que salían a protestar y regresando de una comisión, nos cruzamos con ellos por la avenida Grau y los veo con bombas molotov, palos en la mano y en ese momento le grité a mi equipo: ‘Paren, retrocedan, estoy embarazada’. Así se enteraron.

EL DOLOR

Cuando empezó la pandemia, me había quedado sin la asistenta del hogar que me ayuda con mi hija. Mi niñita estaba un poco delicada de salud, cayó agripada y no había quién la cuide. Yo seguía saliendo a trabajar y por su seguridad, le pedí a mi mamá que la tenga en su casa. Esperanzada anhelaba que todo se normalice, pero la cosa empeoraba. Regresaba del canal, me bañaba y le hacía videollamadas. El ‘Día de la madre’ la recibí sola y 3 meses después, recién puede verla.

LA MADRE

Cuando se produjo el incendio de Las Malvinas, mi niña recién tenía 4 meses y tuve que ir a cubrir la tragedia. Cuando estábamos por Plaza 2 de Mayo, la humareda negra cubría el lugar y nos alcanzó a todo el equipo. Recién había empezado el siniestro y corríamos con la gente, fuimos al hospital a ayudar a evacuar a los que estaban internados. Se escuchaban las explosiones y las lunas se caían. Habíamos inhalado tanto aíre tóxico que dejé de darle de lactar a mi hija por 3 días.

LA MAESTRA

Empecé de asistente y coordinadora de microondas de Karina ‘China Chávez. Literal, cargaba el cable. La admiraba desde que estaba en la universidad y descubrí que no era nada egoísta. Me enseñó a pararme frente a la cámara, a marcar mis vivos. Hoy es una de mis mejores amigas y ella fue la primera persona a la quien confesé que estaba embarazada.

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El ORGULLO

En la pandemia muchas personas no eran atendidas en los hospitales y recuerdo un caso puntual. Un señor había llegado de Ayacucho con su mamá en una camioneta, con su balón de oxígeno y no le hacían caso. Salimos en vivo, logramos que la atiendan, la recibieron en una cama y dejó de dormir en una carpa. Cuando uno hace el enlace y a los segundos te llama el jefe de prensa del nosocomio, para decirte que van resolver el problema que has denunciado, te llena de satisfacción como periodista.

EL PENAL DE LURIGANCHO

Hace 4 años no voy a cubrir información a la cárcel. Afuera, hay una carpa verde donde una señora te prepara el mejor arroz con pollo y papa a la huancaína. Era nuestro desayuno. Después he ingresado, al establecimiento penitenciario, con autoridades y nunca me faltaron el respeto, pero siempre hay miradas demasiadas curiosas, aunque jamás me han dicho mamacita o cosas así. Hasta me regalaron un jarrón artesanal que ellos mismos producen.

EL APODO

En el canal todos me conocen como ‘La Gata’, dicen que es por mis ojos, mi mirada o porque me gustan los gatos. Como todos me llaman de esa manera, a veces a los conductores se les ha escapado. Una vez realicé un vivo y estaba Mari Calixtro en la mesa de conducción y cuando acabé, me dijo delante del país: ‘Gracias Gatita’ y nos reímos. Se le escapó.

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