“¡Pero qué has hecho, Pedro! ¿Por qué lo has hecho?”, le gritaba Lilia Paredes a Pedro Castillo mientras abrazaba a su hija, albas entre lágrimas, al momento que la Policía detuvo el automóvil en el que se dirigían a la embajada de México, el pasado 7 de diciembre, solo una hora después de haber intentado cerrar el Congreso, en su fallido golpe de Estado, según revelaron fuentes de la escolta presidencial.
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Según la investigación periodística publicada en La República, Castillo se encontraba en el vehículo presidencial junto con su esposa, que llevaba a su pequeña hija entre sus piernas, y el ex primer ministro Aníbal Torres. Cuando fueron intervenidos, ambas mujeres comenzaron a llorar y la cónyuge del ahora exmandatario comenzó a recriminarle. “¡Pero qué has hecho, Pedro! ¿Por qué lo has hecho?”, le repetía, mientras abrazaba a su niña.
ASÍ FUE LA DETENCIÓN
Una hora después de su polémico mensaje a la Nación. El vehículo presidencial, que había salido de Palacio con “salida reservada” (sin destino), llegaba al cruce de las avenidas Tacna y Nicolás de Piérola, cuando el chofer del mismo, el suboficial PNP Joseph Grández López le preguntó al suboficial PNP Nilo Irigoín Chávez, jefe de la escolta presidencial, cuál era la ruta a seguir. “‘¿A dónde va, mi superior?”, le dijo. Irigoín entonces consultó al expresidente Castillo: “Pedro, ¿a dónde vamos?”. “¡A la Embajada de México!’”, fue su respuesta, según las fuentes.
Inmediatamente se comunicaron entonces con el coronel PNP Walter Ramos, jefe de la División de Seguridad Presidencial. “¡Uy, se va a quitar! Si el presidente Castillo se mete en la Embajada, ¡los que van a ir a la cárcel somos nosotros!”, exclamó el coronel Ramos, quien llamó entonces al general PNP Iván Lizzetti, jefe de la Dirección de Seguridad del Estado de la PNP y le comunicó lo sucedido.
“Mi general, ¿qué hago? ¡El hombre se va a la Embajada de México!”, le informó.
—¡Espera, espera! ¡Voy a consultar! —respondió el general Lizzetti.
Mientras tanto, el vehículo presidencial continuaba lentamente su marcha, atrapado en el tráfico y con algunos ciudadanos intentando incluso bloquearle el paso, pues ya se había filtrado la noticia de que Castillo pretendía asilarse en la embajada de México. Después de algunos minutos de incertidumbre, Lizzetti devolvió la llamada. “¡Detenlo, detenlo!”, gritó al teléfono.
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El coronel Walter Ramos aprovechó el semáforo en rojo en la intersección de las avenidas Inca Garcilaso y España, y ordenó al comandante Miguel Carpio que impidiera que el auto de Castillo siga avanzando.
“¡Te plantas acá! ¡Nadie se mueva!”, gritó el comandante Carpio al chofer del vehículo de seguridad luego de golpear la capota del carro, asustando a la esposa y la hija del expresidente.
“¡Pero qué has hecho, Pedro! ¿Por qué lo has hecho?”, repetía Lilia. El intento de fuga había llegado a su fin, a solo una hora del intento de golpe de Estado.
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