Casi todos los amores deempezaron o terminaron con escándalo. Ese parece ser su sino. El más novelesco de ellos fue el que tuvo con con quien se casó en Grocio Prado, Chincha, siendo aún un menor de edad, en 1955. Por ello, su exaltado padre lo buscó por

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Este hecho lo cuenta el mismo escritor en su novela autobiográfica La tía Julia y el escribidor, donde relata cómo conoció a la boliviana, quien meses antes había llegado desde La Paz recientemente divorciada y a decir de una chismosa tía: “a buscar nuevo marido”.

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Tras unos tímidos besos en cines y calles de una apacible Miraflores de los años 50, el amor prohibido entre el estudiante de derecho y la mujer de 29 años, se convirtió en un tórrido idilio. Varguitas o ‘Marito’, como ella lo llamaba, trabajaba como jefe de noticias de radio Panamericana, cuyo gerente era el mítico Genaro Delgado Parker.

UN ESCÁNDALO

Vivía con sus abuelos mientras sus padres estaban en Estados Unidos. La Tía Julia era, a la sazón hermana de Olga, la esposa de su tío Lucho, y por esa la razón de que sus amoríos eran un escándalo.

La boliviana era su tía política. Se conocieron porque ella era hermana de Olga, la esposa de su tío Lucho, a la vez hermano de su mamá.
La boliviana era su tía política. Se conocieron porque ella era hermana de Olga, la esposa de su tío Lucho, a la vez hermano de su mamá.

Pronto, la familia entera se fue enterando de la noticia hasta alcanzar a sus padres, quienes decidieron viajar de inmediato a Lima. Por ello, decidieron casarse para consumar su unión. Cómplices fueron el mejor amigo del escritor, el futuro ministro de Economía Javier Silva Ruete, y un compañero de trabajo de radio Panamericana: Pascual.

Este último les sugirió casarse en Chincha, donde su compadre era alcalde. El viaje se programó como si de una guerra se tratara. salió de casa de su abuelo diciendo que se iba a trabajar y ella con el pretexto de hace las últimas compras antes de regresar a La Paz, vía el Lloyd Aéreo Boliviano.

ALCALDE BORRACHÍN

En Chincha ocurrió un imprevisto: el alcalde, un borrachín, se negó a casarlos por la minoría de edad de Vargas Llosa. Entonces recorrieron todos los pueblos de Chincha, como Tambo de Mora, Grocio Prado, Chincha Baja, El Carmen, Sunampe, San Pedro, Alto Larán y San Juan de Yanac en busca de un alcalde corrupto o benevolente para la boda. Nada. Nadie aceptaba casarlos dando infinitos motivos.

Ernesto Vargas Maldonado y su único hijo, el Nobel peruano Mario Vargas Llosa. Una relación difícil que el novelista reflejó en novelas y memorias.
Ernesto Vargas Maldonado y su único hijo, el Nobel peruano Mario Vargas Llosa. Una relación difícil que el novelista reflejó en novelas y memorias.

Desalentados regresaron a Chincha. Pero cuando planeaban regresar derrotados a Lima, el de Grocio Prado aceptó hacerlo tras falsificar la partida de nacimiento del

Mario envió de regreso a su amigo Javier Silva Ruete a Lima para que le informe cómo iba la situación. Cuando lo llamó, Silva Ruete le contó que su padre había ido a su pensión armado con un revólver para que le diga dónde estaban. Javier le imploró que no le haga nada porque no sabía. Entonces, don Ernesto Vargas Maldonado le dejó una carta dirigida a Mario.

AMENAZA CON REVÓLVER

“Lo que no me gusta nada es lo del revólver”, le dijo la tía Julia. “Supongo que a quien querrá pegarle un tiro será a mí, ¿no? Oye, Varguitas, espero que mi suegro no me mate en plena luna de miel”, le agregó.

Por eso, para evitar que don Ernesto le haga algo a su flamante nuera, ella viajó de emergencia a Chile, a Valparaíso, donde su abuela materna. Allí esperaría noticias.

No era cosa de juego. En una carta, el violento padre de Mario escribió: “Mario, doy cuarenta y ocho horas de plazo para que esa mujer abandone el país. Si no lo hace, me encargaré yo, moviendo las influencias que haga falta, de hacerle pagar caro su audacia, En cuanto a ti, quiero que sepas que ando armado y que no permitiré que te burles de mí. Si no obedeces al pie de la letra y ésa mujer no sale del país en el plazo indicado, te mataré de cinco balazos como a un perro, en plena calle”.

Había firmado con sus dos apellidos y rúbrica y añadido una posdata: “Puedes ir a pedir protección policial, si quieres. Y para que quede bien claro, aquí firmo otra vez mi decisión de matarte donde te encuentre como a un perro”.

‘ESTÁS AMNISTIADA’

Mes y medio después, aplacadas las iras, fue a hablar con su papá.

“Sintiendo que la voz se me adelgazaba tanto que apenas se oía, le dije, te he venido a pedir permiso para llamar a Julia. Nos hemos casado y no puede seguir viviendo sola”, le dijo un asustado Mario.

El hombre lo miró, le dijo que iba a llevar mala vida, pero finalmente lo perdonó y solo le pidió que siga con sus estudios.

“Amnistiada. Mandaré pasaje brevedad posible. Besos”, le envió en un telegrama a Chile. Fin de la historia.

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