La escritora Micaela Chirif partió de un poema ante la ausencia que le generó la partida del poeta José Watanabe para escribir Una canción que no conozco - ilustrado por el mexicano Juan Palomino - que marca su regreso al universo poético.
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¿Cómo fue el proceso de juntarte con Juan Palomino para elaborar Una canción que no conozco?
Conocí a Juan en 2017 en un encuentro de ilustración que se organizó en Lima. Fui a escucharlo y, en ese momento, se me pasó por la cabeza: ‘voy a convertir este poema en un libro ilustrado, le diré que lo ilustre’. Le mandé un correo y le pregunté si podíamos trabajar el libro. Aceptó al instante. Hubo coincidencias de vida: yo acababa de perder a una persona muy cercana que desató el poema y él había tenido una pérdida similar. Hubo una identificación con el texto de su parte. Luego, empezamos a trabajar y el Fondo de Cultura Económica (FCE) se embarcó en el proyecto.
Este libro debió publicarse en 2018.
Se tardó porque hubo cambio de gobierno en México (el FCE está asentado en el país azteca) y hubo muchos cambios institucionales. Debió ser publicada a inicios de 2020, pero empezó la pandemia y se paró la imprenta. Son las historias de los libros. Cada uno tiene su propio recorrido.
En el poema y las ilustraciones de Una canción que no conozco se detalla que, pese a la muerte, la vida continúa.
El poema hace hincapié a la muerte y Juan le dio mucho peso en la ilustración. Hay un momento de reencuentro en medio de la cotidianidad de una vida que sigue, que no se detiene. La muerte forma parte del transcurrir de la vida. No son dos cosas que se excluyen completamente.
Muchas veces, también, nos olvidamos de nuestros muertos…
El desglose de lo que cada personaje se cuenta en Una canción que no conozco no estaba en el poema original, lo agregué para el libro ilustrado. Ella le cuenta a él sobre el mundo externo, pero luego me pregunté qué le podía contar él. Así que se me ocurrió que le cuente percepciones subjetivas. Quería ubicarlo en un espacio intermedio.
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Hay cierto humor en algunos versos.
Me gustó la idea de que, a pesar que es un momento triste, también haya un disfrute en ese reencuentro. Era una forma que recordara la manera que compartían cuando estaba vivo. Que no se ingrese a un registro de llanto o tristeza.
En Una canción que no conozco los versos reflejan que cuando alguien muy querido parte, nos encontramos en el limbo.
En general, las interpretaciones vienen por los lectores más que de uno mismo. Cuando escribes, solo sale. Creo que había una sensación de limbo, límite y frontera. Cuando alguien muy cercano muere, se siente esa presencia, la busca como si fuera parte de tu cuerpo y te sorprende que no esté. Es como si te faltara algo. Las personas muy cercanas a nosotros nos hacen saber quiénes somos, de alguna manera, pero cuando ya no están, nos preguntamos: ¿quién soy? Hay que volver a redefinirse. Siempre habrá cierta tristeza y se hará más tolerable, pero muchas veces estamos muy desorientados sobre cómo se vive ahora.
El pájaro azul en el libro refleja que mucha veces debemos dejar ir.
Hay algo muy bonito que me dijo Juan: ese pájaro azul es como la presencia que se va. Es una ausencia, pero hay otras cosas para vivir. La vida sigue. Me gustó que Juan haya jugado con referencias para la persona ausente.
¿Qué significa la muerte para Micaela Chirif?
Podemos desgastar todas nuestras palabras hablando de la muerte y nunca va a satisfacernos lo que digamos. Es un límite extremo, absoluto y definitivo. Es una experiencia de la pérdida, pero también de nuestra propia finitud, reflejada en el otro que se va.
MÁS DATOS
Micael Chirif estudió Filosofía en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) y tiene un Máster en libros y literatura infantil de la Universidad Autónoma de Barcelona (España). Ha publicado los poemarios De vuelta, Cualquier cielo y Sobre mi almohada una cabeza, además de libros para niños y niñas como Buenas noches, Martina, Desayuno, Animales peruanos, ¿Dónde está Tomás?, entre otros.
La poeta y filósofa también tiene varios premios como el Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños 2019 por El mar, el Premio Cátedra UNESCO de Lectura PUC RIO 2019 y el Premio Fundación Cuatrogatos por ¿Dónde está Tomás?.
Ha sido traducida al coreano, japonés, inglés, portugués y francés.