La congresista y vicepresidenta Marisol Espinoza proyectaba la imagen de una política intachable, de principios y valores. Cuestionaba públicamente la gestión del gobierno y hasta lanzaba ‘dardos’ sutiles al presidente Ollanta Humala y a su esposa Nadine Heredia.
La prensa la puso a la altura de una ‘mártir’ cuando se descubrió que era seguida por el SIN; y cosechó más elogios cuando en octubre del año pasado se conoció que había renunciado al partido oficialista.
Hoy en día, sin embargo, su imagen se ha desdibujado. Marisol Espinoza ahora postula al Congreso por el partido Alianza para el Progreso (APP), del candidato presidencial César Acuña, el popular ‘plata como cancha’.
En las últimas semanas resulta patético, por decir lo menos, ver a Marisol Espinoza defendiendo a su nuevo jefe, Acuña, acusado de haber maltratado a su exesposa y violado a una menor de edad cuando era su alumna.
Hasta lo ha defendido del descarado plagio que ha hecho Acuña del libro de su profesor Otoniel Alvarado, el laureado catedrático trujillano. ‘Ese profesor es un aprista’, dijo Marisol Espinoza tratando de desacreditar la denuncia periodística.
La ‘metamorfosis’ política de Marisol Espinoza, sin embargo, no me extraña. En agosto del 2011, cuando era jefe de la Unidad de Investigación de ‘El Comercio’, detectamos un protagonismo sintomático de Espinoza a favor de la empresa ‘Peruvian Airlines’, de César Cataño o Adolfo Carhuallanqui.
En ese entonces, Cataño ya era procesado por lavado de dinero del narcotráfico. El juicio continúa y un fiscal de Tacna ha pedido 30 años de prisión para el empresario.
Espinoza defendió ardorosamente a la compañía de Cataño cuando el Ministerio de Transportes suspendió por 90 días sus operaciones aerocomerciales. Una junta de técnicos descubrió 18 fallas de aeronavegabilidad, seguridad y financiamiento. Varios de los aviones, incluso, tenían ¡las puertas dañadas y los motores presentaban fugas de aceite!
En el Congreso se llamó a una sesión de emergencia. No para reclamarle a la compañía por poner en riesgo la vida de los pasajeros, sino para que Transportes explicara por qué había dispuesto la paralización de las aeronaves de Cataño. El mundo al revés.
Una de las reporteras que envié a cubrir esa reunión volvió impresionada. “Miguel, la congresista Marisol Espinoza parece abogada de la empresa de Cataño”, me dijo.
Me hizo escuchar una grabación. Nunca voy a olvidar los gritos destemplados de Espinoza reclamándole al director de la Dirección General de Transporte Aéreo, Ramón Gamarra, por el cierre de ‘Peruvian’.
‘¡Es un informe antitécnico!’, le gritaba al funcionario, como si ella fuera una experta.
La paralización de la compañía de Cataño apenas duró unos días. ¿Cuánto peso político tenía Cataño en ese entonces en el Congreso? La nueva faceta de Marisol Espinoza, pues, no debe sorprendernos. Como dice el dicho, la mujer del César no solo debe serlo, también parecerlo.
Nos vemos el otro martes. ---
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