
En su casa de Barranco, resguardado por sus seres más cercanos, Mario Vargas Llosa vivió sus últimos días rodeado de libros, música y amor. Su hijo Álvaro Vargas Llosa relató en una reciente entrevista cómo fue el adiós del Nobel peruano, desmintiendo rumores, compartiendo emociones y describiendo con serena lucidez el final de una vida extraordinaria.
“No sé qué se dice por ahí, pero aconsejo no prestar oídos a nadie que no haya tenido acceso a mi padre o a mi familia. Mi padre no murió de leucemia, enfermedad en la que la médula produce una cantidad excesiva de blastos. No era su caso”, dijo con firmeza el hijo mayor del laureado escritor en una reciente entrevista con ‘El Comercio’, descartando así la información que Jaime Bayly había brindado recientemente.
“Lo que tenía era unas defensas muy bajas que lo hacían propenso a infecciones de distinto tipo. También tuvo en la etapa final insuficiencia cardíaca. Tarde o temprano sabíamos que vendría alguna infección que superaría su resistencia. La última neumonía le hizo estragos y fue definitiva”, agregó en conversación con la periodista Milagros Leiva para dicho medio.

A sus 88 años, el Nobel de Literatura 2010 ya no era el hombre vital de siempre. Sin embargo, hasta sus últimos días mantuvo una conexión profunda con aquello que definió su existencia: la literatura, la música, la política, la familia. Álvaro relata con detalle los momentos más íntimos de esa despedida:
“Todos convergimos en Lima para estar a su lado. Lo paseamos en auto y en silla de ruedas, le leímos poemas y fragmentos de novelas, le pusimos conciertos de música clásica, le contamos cosas de sus obras (está por salir en Francia Le dedico mi silencio), de nuestras vidas, atendimos sus urgencias de salud y, en los momentos finales, hubo en la familia quienes se animaron a cantarle música criolla porque la sensibilidad auditiva es lo último que se pierde. En las últimas horas, cuando ya estaba semiinconsciente, nos turnamos para leerle en voz alta. Y le pusimos música, sobre todo sonatas de Beethoven, composiciones de Mahler. Yo le dije al oído en un momento: ‘Hubiera preferido irme antes que tú’”, relató sobre los últimos momentos de su padre.
“PATRICIA, ¿ESTÁS ENAMORADA?"
A lo largo de su vida, Mario Vargas Llosa compartió una historia de amor intensa y, por momentos, tormentosa con Patricia Llosa, su prima y esposa. Ella estuvo a su lado en los últimos días. “Lo hacía feliz tener a mi madre a su lado, así como a sus tres hijos y los nietos que pudieron llegar a tiempo —reveló Álvaro—. Le preguntó a mi madre en uno de los últimos días: ‘Patricia, ¿estás enamorada?’”
Al ser consultado sobre cómo respondió su madre, Álvaro echó una carcajada al relatar la anécdota. “Ja, ja, ja. Yo no estaba en ese momento, solo los enfermeros. Y esa parte ella ya no me la contó, pero no lo necesitaba: sus actos en todo este tiempo hablan por sí solos”, comentó.

CONSCIENTE HASTA EL FINAL
Vargas Llosa no se aferraba a la vida, pero tampoco se rendía fácilmente. Era consciente del deterioro físico, aunque en su mente persistía un humor irónico, casi resignado. Álvaro recuerda:
“Creo que fue consciente de la cercanía de la muerte, ‘antes que anochezca’, para usar el título del libro de Reinaldo Arenas, pero no necesariamente en el momento mismo en que empezó a anochecer. Era consciente del deterioro en la última etapa y de tanto en tanto hacía comentarios resignados, con cierto humor negro. Pero sonreía y hasta reía de alegría con las pequeñas satisfacciones que le ofrecíamos. A veces le subía la ‘nevada’ arequipeña, frustrado por no poder seguir siendo el hombre vital que fue siempre. Dejó muchos encargos y decisiones, pero con cierta anterioridad, no en la etapa final. Quería ser cremado, evitar una ceremonia pública y que nos ocupemos de su obra.”
En medio del dolor, hubo también espacio para una despedida literaria. Vargas Llosa escribió, con gran esfuerzo, una carta a su nieto Leandro, quien tiene vocación de escritor. “Le escribió haciéndole advertencias. Esencialmente le decía: ‘El éxito es una casualidad, lo que te espera es el sacrificio, incluso la frustración, pero si eso es lo que quieres, hazlo’. Mi hijo tiene esa carta enmarcada”, finalizó.
SE REENCONTRARON AL FINAL
Mario Vargas Llosa y Patricia Llosa vivieron una historia de amor digna de novela. Fueron esposos durante casi medio siglo, se distanciaron por una relación mediática y, al final, volvieron a encontrarse en silencio, lejos de las cámaras, cuando el Nobel más lo necesitaba.
Patricia no solo fue su esposa. También fue su prima hermana, madre de sus tres hijos y compañera en sus mejores y peores momentos. Se casaron en 1965, cuando él se había divorciado de su primera esposa, la famosa “tía Julia”, y empezaba a construir su carrera literaria. Desde entonces, vivieron en varios países y ella estuvo siempre cerca, cuidando de la familia y del escritor.

Pero en 2015 todo cambió. Vargas Llosa hizo pública su relación con la socialité Isabel Preysler, lo que causó un gran revuelo. Se separó de Patricia tras 50 años de matrimonio, y comenzó una nueva vida en Europa junto a la madre de Enrique Iglesias. Durante ese tiempo, Patricia se mantuvo al margen.
Ocho años después, la historia dio un giro. Mario terminó con Isabel en 2022, y poco a poco se volvió a ver a Patricia cerca de él. Estuvo con él en actos importantes, como su ingreso a la Academia Francesa, y en reuniones familiares. Aunque nunca confirmaron si retomaron su relación, Patricia volvió a ocupar un lugar clave en su vida.
Cuando Vargas Llosa falleció, el 13 de abril de 2025, Patricia estuvo allí. Lo acompañó en sus últimos días, discretamente, como lo hizo durante décadas. Sin escándalos, sin declaraciones, pero con presencia firme. Su historia terminó como empezó: con ella al lado del escritor que marcó la literatura hispanoamericana.