De aquel bar Palermo, el que un periodista describió como ‘templo de la bohemia y el contrapunto intelectual’ de los años cincuenta, ahora solo queda un ‘chamo’ delgado, callado, que custodia con aburrimiento la ruma de libros piratas para escolares y postulantes universitarios. No hay resquicio alguno que deje ver ese pasado glorioso, cargado de alcohol, cigarro y literatura.
Entre sus asiduos visitantes figuraron las mentes más brillantes de nuestro país: José María Arguedas, Mario Vargas Llosa, Martín Adán, Oswaldo Reynoso y, entre otros, Julio Ramón Ribeyro, quien ambientó diversos pasajes de su libro ‘Los geniecillos dominicales’ en este antro del beber, ubicado en la Colmena -hoy Nicolás de Piérola-, en pleno Centro de Lima. Y es precisamente este el eje de diversas producciones literarias del Flaco, quien pasó sus años más convulsos y de descubrimientos -desde los 17 a los 23- entre estas calles: estudiando, trabajando y bebiendo.
Motivado por todo ello, el investigador Luis Rodríguez Pastor ha organizado para este domingo el recorrido ‘Vida y pasión de Julio Ramón Ribeyro a través del Centro de Lima’, que busca ir tras los pasos del autor de ‘La palabra del mudo’, fallecido hace 25 años.
Como un bocadillo de aquel recorrido, aquí les presentamos extractos de la obra de Julio Ramón Ribeyro inspirados en esta vieja Lima que se resiste a morir.
1.- Antigua facultad de Letras de la PUCP (Plaza Francia 1164 - Lima):
“La Facultad de Letras era un viejo local que quedaba en la plaza Francia, un espacio triangular donde desembocaban varias grandes vías, como la avenida Wilson, en pleno Centro de Lima. El claustro mismo no era gran cosa, pero tenía cierto encanto: tras un pesado portón de madera se abría un patio rodeado por las oficinas y varias aulas grandes, con largas bancas melladas por el uso y por las inscripciones —crípticas, románticas, insolentes, cómicas— de incontables generaciones de estudiantes. Alrededor de la plaza había tiendas pobretonas, papelerías, humildes talleres y casas de vecindad, algunos cafetines de mala muerte y la librería Studium, en la calle Amargura (entonces conocíamos cada calle por su nombre antiguo, no solo por el del jirón al que pertenecían), donde nos surtíamos de lo indispensable para nuestros estudios”. «Solo para fumadores»
2.- Antigua facultad de Derecho de la PUCP / Casa Riva Agüero (Jirón Camaná 459)
“Cuando ingresé a la Facultad de Derecho conseguí un trabajo por horas donde un abogado y pude disponer así de los medios necesarios para asegurar mi consumo de tabaco. El pobre Inca se fue al diablo, lo condené a muerte como un vil conquistador y me puse al servicio de una potencia extranjera. Era entonces la boga del Lucky. Su linda cajetilla blanca con un círculo rojo fue mi preferida. Era no solamente un objeto plásticamente bello, sino un símbolo de standing y una promesa de placer. Miles de estos paquetes pasaron por mis manos y en las volutas de sus cigarrillos están envueltos mis últimos años de Derecho y mis primeros ejercicios literarios”. «Solo para fumadores»
3.- Bar ‘Negro Negro’ (Av. Nicolás de Piérola 955).
“¿Cuándo me corregiré? Ayer no vine a dormir a mi casa. Pasé toda la noche con Paco Bendezú y Tulio Carrasco. Estuvimos en el ‘Negro Negro’, luego recorriendo los bulines. Terminamos tomando desayuno en La Parada y alquilando un cuarto de hotel en el Mercado Mayorista para dormir la borrachera. Todos los gastos corrieron por mi cuenta, con dinero que reservaba para mi viaje. Podría arrepentirme, pero, según Paco, el arrepentimiento es inútil y nocivo. Él se perdona todos sus desarreglos amparándose en su talento poético. Frivolidad de la bohemia”. «La tentación del fracaso»
4.- Bar ‘Palermo’ (Cuadra 2 de la Colmena)
“El tranvía los dejó en la Plaza San Martín. Cuando llegaron al Palermo, ya estaban allí Cucho, Gonzalo, Franklin, Hugo, Pablo, Manolo. Todos esperaban bebiendo cerveza la llegada del doctor Rostalinez. Su santo. Santo de un profesor. Cucho estaba ya un poco mareado. ‘Lo único que importa en la vida es una obra y una mujer’, pregonaba, avanzando su poderosa cabeza hacia Hugo, que asentía mirándolo con fervor”. «Los geniecillos dominicales»
5.- Bar Embassy (Jirón Carabaya 821)
“El bar nos dejó en la Plaza San Martín, delante del ‘Embassy’. Mientras descendía la escalera alfombrada del cabaret se escuchaba venir de la sala el compás atronador de una orquesta. Pero al llegar abajo vieron que el cabaret estaba casi vacío. En el estrado una orquesta de mujeres tocaba con desgano un bolero. La pista de baile estaba desierta”. «Los geniecillos dominicales»