En Múnich, Alemania, y a consecuencia de un invierno ‘atroz’, el escritor vivió una cuarentena que recordaría hasta su muerte. Desprovisto de sus indispensables cigarrillos, el ‘Flaco’ escribió el 12 de febrero de 1955 en ‘La tentación del fracaso’ lo siguiente: “Hoy cumplo una semana de encierro, en parte forzoso porque el invierno ha asumido una forma violenta: 31 bajo cero marcó el termómetro hace dos días”.

Años después, sobre esa reclusión involuntaria –no precisa cuánto duró- dijo en su célebre cuento ‘Solo para fumadores’ que no hacía más que mirar por la ventana “el paisaje polar, tirarme en la cama como un estropajo o leer los libros más pesados del mundo”. También fue una temporada productiva. En aquel aislamiento inició el proceso creativo de su primera novela ‘Crónicas de San Gabriel’ y varios otros cuentos. Hoy, a diferencia de Ribeyro, no nos recluimos para protegernos del frío, sino de un virus que viene causando estragos a nivel mundial. Pero la finalidad es la misma: sobrevivir.

Julio Ramón Ribeyro llevó el cuento a un nivel insuperable en este país. Y es uno de los referentes contemporáneos más importantes en lengua castellana. Su producción nace de su biografía. Por eso en 1994 explicó: “Cuentos, espejos de mi vida, pero también reflejo del mundo que me tocó vivir, en especial el de mi infancia y juventud, que intenté captar y representar en lo que a mi juicio, y de acuerdo con mi propia sensibilidad, lo merecía: oscuros habitantes limeños y sus ilusiones frustradas, escenas de la vida familiar, Miraflores, el mar y los arenales, combates perdidos, militares, borrachines, escritores, hacendados matones y maleantes, locos, putas, profesores, burócratas, Tarma y Huamanga, pero también Europa”.

Que el tiempo muerto en esta cuarentena sea excusa para descubrir –o volver- a la literatura del ‘Flaco’. Por eso aquí le recomendamos, querido lector, tres textos imprescindibles de su nutrida producción.

Tristes querellas en la vieja quinta

Memo García era un hombre solitario que ‘no conocía el odio ni la envidia ni la ambición ni la indigencia y, como a menudo pensaba, su verdadera sabiduría había consistido en haber conducido su existencia por los senderos de la modestia, la moderación y la mediocridad’, pero de pronto vio su vida rutinaria alterada por la llegada de Pancha Morales a la quinta donde vivía apaciblemente. Entre conflictos, hostilidades, enfrentamientos y represalias, ambos personajes aprendieron a convivir e, incluso, necesitarse. La historia de estos dos entrañables cascarrabias transcurre a la par que la quinta envejece y va perdiendo sus bríos de otra época.

Solo para fumadores

Como todos, Julio Ramón Ribeyro también tuvo una relación tóxica. Fue con el cigarrillo. Ese amor que lo llevó a la tumba lo cultivó en la juventud y se consolidó en la adultez. Era tal su adicción que incluso llegó –durante su estancia en Europa- a recoger colillas en las calles, vender sus colecciones de libros y empeñar su máquina de escribir. “El fumar se había ido ya enhebrando con casi todas las ocupaciones de mi vida. Fumaba no solo cuando preparaba un examen, sino cuando veía una película, cuando jugaba ajedrez, cuando abordaba a una guapa, cuando me paseaba por el malecón, cuando tenía un problema, cuando lo resolvía. Mis días estaban así recorridos por un tren de cigarrillos”, escribió en ‘Solo para fumadores’, íntimo relato sobre ese vicio que finalmente lo mandó a la tumba en 1994.

Explicaciones a un cabo de servicio

Pablo Saldaña, un desempleado optimista, ha ideado el negocio perfecto en sociedad con Simón Barriga. Desde su embriaguez, imaginan una empresa de transportes que lo hará millonario. Con las ganancias de la empresa que pronto creará, por fin podrá comprarse “un chalet con su jardincito, con una cocina eléctrica, con su refrigeradora, con su bar para invitar a los amigos”. El negocio -concebido en una picantería, en medio de vinos, piscos y copas de mentas- es redondo: éxito, dinero e internacionalización. Pablo Saldaña narra sus proyecciones empresariales mientras es llevado a la comisaria por no poder pagar la cuenta del restaurante.



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