Desde muchacho, en su hogar y barrio de Flores, en Buenos Aires, capital de Argentina, Jorge Bergoglio, quien es hoy el Papa Francisco, mostró ser alguien como los demás y lejano a la soberbia o a la vida disipada.
En su familia católica, su colegio primario salesiano y su parroquia le enseñaron el ejemplo de Cristo, quien tuvo una vida al servicio de los otros.
Eso explica también que, cuando fue elegido Papa, el 13 de marzo de 2013, escogiera el nombre de Francisco, en honor a San Francisco de Asís, el santo que hizo de la pobreza su modo de vida.
Una anécdota que pinta de cuerpo entero al Papa tiene que ver con sus zapatos que Carlos Samaria, su ‘zapatero de cabecera’, le diseña y repara –con cambio de suela incluido- desde hace casi cinco décadas.
En Argentina, ya incluso como arzobispo y cardenal, Jorge Bergoglio mantuvo su modo de vida austero, sin nada de lujos, como un cura de barrio más.
Aunque en Argentina usaba mucho el metro, también tenía un modesto auto Renault 4 para acudir a lugares donde sus obligaciones pastorales y sociales lo exigían. Se le ofreció un mejor automóvil, uno moderno, pero él se negó a recibirlo.
Tanta es la sencillez de Francisco que suele romper el protocolo papal –para preocupación de la Gendarmería Vaticana y la Guardia Suiza que lo cuidan- y se acerca a niños, discapacitados y gente pobre durante sus recorridos.
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