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Ser en Kenia muchas veces significa dejar que las oportunidades de salir adelante se reduzcan significativamente. En medio de la pandemia de , el embarazo entre mujeres de 15 a 19 años se ha disparado en el país y, por ello, el internado Serene Haven (refugio sereno) busca dar una nueva oportunidad de estudiar a las jóvenes.

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“Una adolescente con escasa o ninguna educación tiene menos aptitudes y oportunidades para encontrar un trabajo. Esto puede también tener un costo económico para el país, puesto que se pierden los ingresos anuales que una mujer joven hubiera ganado a lo largo de su vida de no haber tenido un embarazo precoz”, advierte la (OMS).

“Las madres adolescentes ven negadas su educación, que es un derecho básico. Ese es el vacío que queremos llenar”, manifiesta Kelvin Ndegwa, cofundador junto a su mujer, Elizabeth Muriuki ―hace más de una década también madre adolescente―, del internado. Este centro de ayuda servicio de guardería, apoyo psicológico y revisiones médicas semanales.

Mujeres pueden pasar el tiempo con sus hijos en internado de estudio en Kenia (Foto: Daniel Irungu / EFE).
Mujeres pueden pasar el tiempo con sus hijos en internado de estudio en Kenia (Foto: Daniel Irungu / EFE).

Según sus cálculos, tan solo a finales de este año, el colegio dará refugio a un centenar de alumnas, “lo que se traduce en 200 personas con los bebés”, aclara.

Kenia es uno de los países con la mayor de tasa de maternidad adolescente en el mundo. Solo en los primeros cinco meses de 2020, casi 152 mil jóvenes menores de 19 años quedaron embarazadas, de acuerdo con una encuesta realizada por el Sistema de Información de Salud nacional.

Sin estigmas

Ya antes de la irrupción del coronavirus había 948 embarazos adolescentes diarios en Kenia y, cada año, unas 13,000 chicas abandonaban sus estudios debido al estigma, la incompatibilidad horaria o la falta de recursos, según datos del Gobierno.

“Cuando estás embarazada los compañeros te marginan. Igual tenías un grupo de cinco amigas y te encuentras caminando sola, sin nadie con quien hablar o que pueda comprenderte. Puedes hasta terminar con depresión”, confiesa Stacie, de 17 años y embarazada de cinco meses a la agencia EFE, sobre el fuerte estigma social que hace que muchas no quieran pisar un instituto.

Por el contrario, en Serene Haven sienten que se encuentran entre iguales, que nadie está allí para juzgarlas o recordarles lo que hicieron o dejaron de hacer mal y que, con esfuerzo, podrán terminar sus estudios año por año al tiempo que ven crecer a sus hijos.

Necesidad

El hecho de que los embarazos no deseados aumenten cuando se cierran los colegios no es algo nuevo. Ya sucedió durante la epidemia de ébola que sacudió África occidental en 2014, donde solo en Sierra Leona se estima que se duplicó su número en los ocho meses que no hubo enseñanza.

En el caso de la COVID-19, y según una encuesta realizada por la organización keniana White Ribbon Alliance de abril a mayo de 2020, se ha producido un marcado incremento de las relaciones sexuales consentidas, siendo “la ociosidad y el aburrimiento” los principales motivos señalados por las jóvenes.

Sin embargo, para Susan Nyawira, trabajadora social de este centro, existe una delgada línea entre las supuestas relaciones tácitas y aquellas nacidas de la necesidad. “Durante la COVID-19 incluso tener comida ha sido un problema, así que muchos de estos embarazos son fruto de la pobreza: el novio te da dinero para comprar compresas, mandazis (dulce keniano típico), etcétera. Pero espera que tú también te des a cambio”, explica.

En los dormitorios del internado Serene Haven, de Kenia, conviven decenas de jóvenes madres con sus hijos (Foto: Daniel Irungu / EFE).
En los dormitorios del internado Serene Haven, de Kenia, conviven decenas de jóvenes madres con sus hijos (Foto: Daniel Irungu / EFE).

De acuerdo con la OMS, si bien desde 1990 se ha registrado un descenso considerable, aunque irregular, en las tasas de natalidad entre las adolescentes, un 11% aproximadamente de todos los nacimientos en el mundo se producen todavía entre muchachas de 15 a 19 años. La gran mayoría de esos nacimientos (95%) ocurren en países de ingresos bajos y medianos.

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