Por: Miguel Ramírez / Periodista de investigación*
Verónika Mendoza Frisch es una candidata presidencial con suerte. Los medios están destapando los ‘trapos sucios’ de Guzmán, Forsyth, Urresti, Acuña, Keiko. Y también de Martín Vizcarra, quien ha sido ‘ampayado’ en una flagrante mentira que raya con la traición al país.
La lideresa de Juntos por el Perú (JPP), sin embargo, pasa piola. Está segunda en las encuestas y ni sus propios contendores refutan sus controvertidas propuestas.
Para muchos especialistas, sus planteamientos son “trasnochados, populistas, parecen sacados del Kremlin de la otrora Unión Soviética”.
En su plan de gobierno y en entrevistas, Mendoza dice que apoyará la inversión privada, pero propone una “segunda reforma agraria”, “revisar las exoneraciones tributarias a las mineras”, el retorno de la “maquinita” (que originó una hiperinflación en las años 80, aunque luego lo negó), impedir las “concentraciones oligopólicas y monopólicas”, “impuesto a las grandes fortunas”, y señala que vivimos en un “estado caduco y reducido a su mínima expresión”.
Afirma que, de llegar a ser presidenta, echará mano de los S/.72 mil millones que tiene el país en ahorros fiscales, y con ello combatirá la pandemia y repartiría bonos a la gente necesitada.
Su discurso suena bonito, pero cualquier economista respetado sabe muy bien que no tiene sentido tomar alegremente ese dinero, puesto que endeudarse con préstamos resulta más barato.
Cuando el conocido periodista Enrique Patriau, del diario La República, le hizo esa atinada observación y la puso al descubierto, Mendoza respondió: “Puede ser también una alternativa que vamos a evaluar”.
La candidata también propone hacer cambios en el Banco Central de Reserva (BCR), empezando por su presidente Julio Velarde. El BCR, con Velarde a la cabeza, hizo de nuestra economía la más sólida de la región y ejemplo en el mundo.
Al más puro estilo de Keiko Fujimori, quien cambia de discurso cuando postula, ahora Mendoza critica al gobierno venezolano de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, a los que endiosaba hasta hace unos años.
“Sí, puedo decir que Venezuela es una dictadura. Nicolás Maduro está vulnerando el principio básico de la democracia como es la separación de poderes”, declaró a El Comercio el 2018.
Su discurso parece ser una treta. ¿Quieren pruebas? En su plan de gobierno, Mendoza propone la reactivación y volver a la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).
Unasur fue un bloque regional creado el año 2008 por Hugo Chávez y presidentes izquierdistas para –según decían- contrarrestar la influencia de Estados Unidos en la región. Ahora está a la deriva y hasta Perú se retiró.
Hay más. Hace poco, Roberto Sánchez, presidente del partido de Mendoza y cabeza de la lista al congreso de JPP, calificó a Maduro de “líder desafiante” y “presidente constitucional”. Y otro candidato más dijo que en Venezuela no había dictadura.
Verónika Mendoza es como Alan García de 1985, quien, con sus medidas populistas, nos llevó al descalabro económico jamás visto.
Nos vemos el otro martes.
*Los artículos firmados y/o de opinión son de exclusiva responsabilidad de sus autores.