POR: MIGUEL RAMÍREZ / Periodista de investigación

Es lamentable que doña María del Carmen Alva tenga acciones que perjudican aún más al vapuleado Congreso que ella preside. La semana pasada calificó de ‘héroe’ al coronel del Ejército (r) Roberto Huamán Ascurra, un siniestro militar que fue hombre de absoluta confianza de Vladimiro Montesinos.

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Alva lo consideró como uno de los 142 heroicos comandos ‘Chavín de Huántar’ que, en abril de 1997, rescataron a los 72 rehenes de la residencia del embajador de Japón, que habían sido tomados por el grupo terrorista MRTA. “Si el excombatiente participó de la operación, ha sido también un héroe, dijo.

Cualquier peruano conocedor de ese suceso sabe que Huamán Ascurra no era parte del pelotón de comandos. El militar integraba un equipo paralelo, conocido como ‘Los Gallinazos’, formado por Montesinos para realizar acciones ilegales durante la refriega del rescate. Le respondían directamente a él.

Ascurra, además, se encargaba de filmar a los políticos y empresarios que Montesinos sobornaba cuando gobernaba con el presidente Alberto Fujimori. Estuvo nueve años preso por corrupción.

La equivocación de la congresista Alva me permite recordar que el éxito de esa operación militar –que hace unas semanas cumplió 25 años- se debió también a un trabajo notable de inteligencia y alta tecnología que realizaron 32 policías de la Dirección Nacional Contra el Terrorismo (Dincote), al mando del mayor Marco Castro Renwick.

Los agentes, asesorados por la Agencia Central de Inteligencia Americana (CIA), ingresaron a la residencia pequeños micrófonos, del tamaño de la cabeza de un alfiler, camuflados en una jaba de frutas, un termo, una guitarra, una Biblia y un crucifijo. Los ‘bichos’, como así los llamaban, les permitían escuchar todo lo que conversaban los terroristas y sucedía en el interior del local.

Casi todos los policías eran mujeres. Ellas tienen el oído más afinado que los hombres. Les decían ‘Las voleibolistas’. Su base de operaciones quedaba en el interior de una clínica cercana, a la que apodaban ‘La bombonera’.

Se dividieron en tres grupos que hacían turno de ocho horas diarias. Escuchaban, transcribían, analizaban e interpretaban las conversaciones y los ruidos que oían.

Un día antes del rescate, el vicealmirante Luis Giampietri, uno de los secuestrados en el interior de la residencia, recibió un mensaje: cuando los terroristas estuvieran distraídos y jugando fulbito, debía acercarse y aparentar rezar ante el crucifijo. Tenía que decir: “Mary está enferma”. ¡Allí ingresaron los 142 comandos del Ejército!

Un año después, cuando este columnista reveló en El Comercio la hazaña y el trabajo silencioso del grupo policial, Montesinos tomó represalias contra los 32 agentes de la Dincote. Los acusó de infidencia. Fueron refundidos en comisarías lejanas y otros pasaron al retiro.

Conozco a varios de ellos. Dejaron la Policía sin resentimiento, pero orgullosos de lo que hicieron. Tal vez algún día sean reconocidos públicamente. La señora Alva tiene la oportunidad para rectificar su desafortunado error. Nos vemos el otro martes.

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