Por: Miguel Ramírez / Periodista de investigación
La semana pasada, Jorge Barata, el rey de los sobornos de Odebrecht, declaró que Gonzalo Monteverde fue el ‘gran lavador’ de la empresa brasileña. Según Barata, Monteverde se encargó de pagar las millonarias coimas a los políticos peruanos, a través de sus empresas Construmaq y Constructora Área.
No se trata, en rigor, de una gran revelación. Eso se sabía desde el año 2008, en pleno apogeo del expresidente Alan García, uno de los sobornados.
Lo gran novedad ocurrirá cuando los fiscales del Caso Lava Jato investiguen a las autoridades que supieron de esa información y nunca hicieron nada.
Les cuento la historia. A fines del 2008, un hombre llamado Pedro Morote Cornejo llegó hasta una de las fiscalías del Ministerio Público.
En un sobre llevaba documentos comprometedores: los nombres de dos empresas peruanas que recibían extraños y millonarios pagos de Odebrecht, que llegaban desde bancos de Brasil y Costa Rica, y luego se enviaban a cuentas del extranjero.
Eran Monteverde Construmaq y Constructora Área, de propiedad de Gonzalo Monteverde y María Isabel Bernasconi, con quienes don Pedro Morote había trabajado como asesor legal entre 1990 y 2007.
¿Cómo obtuvo esa explosiva información? Un día le cambiaron la computadora que usaba por una nueva. Pero cuando se la instalaron le pusieron una CPU (la memoria del equipo) antiguo, que había pertenecido, probablemente, a un alto ejecutivo de la empresa.
Cuando Morote abrió los archivos saltó hasta el techo. Había un pago de US$7’964,152 que Odebrecht le había hecho a Gonzalo Monteverde por una obra pública. Morote investigó y descubrió que la construcción jamás se había ejecutado. Detectó otro pago ficticio de US$3 millones, que Monteverde recibió de uno de sus socios y que terminaron en cuentas del extranjero.
Cuando se retiró de la empresa, don Pedro Morote se fue a una fiscalía con todos los documentos que tenía. Un fiscal tomó nota, pero nunca lo llamó. En aquel entonces, enero del 2008, la fiscal de la Nación era Gladys Echaíz, cuyas simpatías por Alan García era públicas.
“Cuando yo denuncié el caso, pensé que de inmediato se iba a movilizar todo el aparato judicial, pero terminé denunciado”, relató Morote en el 2016 ante la Comisión Lava Jato del Congreso, dominada por apristas y fujimoristas, que tampoco le dio importancia a lo que dijo. En su declaración, Morote recordó que también entregó esa información a la Sunat y a la Policía de Lavado de Activos. Hasta fue a Palacio de Gobierno y dejó una carta con los documentos a Alan García.
Morote no sabía que, ya en ese entonces, ¡García recibía sobornos dentro de loncheras que el propio Barata le llevaba hasta su despacho!
Hace poco, después de 11 años, el testimonio de Morote sirvió para que se ordenara la captura de Monteverde. La justicia tarda, pero llega. Nos vemos el otro martes.
Los artículos firmados y/o de opinión son de exclusiva responsabilidad de sus autores.