POR: MIGUEL RAMÍREZ / PERIODISTA DE INVESTIGACIÓN
Desde hace unas semanas, este columnista es blanco de infamias de un grupo de colegas que tratan de desprestigiarme, sin éxito, obviamente. A través de un comunicado difundido en el Twitter del respetado periodista Edmundo Cruz, los firmantes del mismo señalan que formo parte de una campaña de ataques en contra del periodismo de investigación.
Nada más falso que eso. Y varios de los reporteros que lo firman lo saben, de sobra, porque conocen mi trayectoria. Mi ‘pecado’ es haber puesto al descubierto que un documental de la agencia de noticias árabe Al Jazeera –presentado el año 2016 por el periodista Daniel Yovera- adolece de gruesos errores y falta de rigor periodístico.
Lo medular de ese reportaje era vincular a la orden religiosa del Sodalicio con una banda de delincuentes, llamada ‘La Gran Cruz’, para apropiarse de terrenos en Piura. El personaje central es Alberto Gómez de la Torre, a quien se le señala como sodálite y de haber estado en contubernio con los malhechores.
Gómez de la Torre, quien no es sodálite, ha refutado documentadamente los cargos. Y también enviado reiteradas cartas a la agencia extranjera y a los autores del reportaje, pidiendo una rectificación de lo afirmado sobre su persona. Pero nadie le ha hecho caso. Por el contrario, recibió más ataques.
Gómez de la Torre, entonces, decidió querellar a Yovera y a la periodista Paola Ugaz, quien en un momento se atribuyó públicamente, aunque luego lo negó, la producción de ese documental.
El afectado me pidió que investigara su caso. Allí comprobé que, en efecto, los cargos que se le hacen, específicamente a él como persona, no son ciertos. Se basan en afirmaciones de testigos cuestionados que el documental no comprobó. Gómez de la Torre hizo público mi informe. A partir de allí empezó la campaña de desprestigio.
Los firmantes dicen que, por lo que hice, favorezco al Sodalicio, lo cual es falso. Los abusos sexuales y físicos que se les atribuyen a algunos de los representantes del grupo religioso, deben ser investigados y sancionados, así como sus presuntos negocios oscuros.
Pero eso no quiere decir que -en esa loable búsqueda de la verdad de los periodistas- se deban atropellar los derechos y el buen nombre de las personas. Una información equivocada, además, desprestigia la propia investigación.
Sucede que en el país hay colegas que se ofenden cuando se descubren sus errores. Buscan a sus amigos y atacan en ‘manchita’. Prevalece el ‘amiguismo’, o sus posiciones ideológicas. Algunos se solidarizan con ellos, pero no se toman el trabajo de indagar lo que sucedió.
Y cuando los querellan protestan a coro. En mis más de treinta años de periodista he sido querellado seis veces, y todas las he ganado. Los periodistas no tenemos patente de corso. Toda persona que se siente afectada en su honor tiene el derecho de presentar una denuncia. Por eso las investigaciones periodísticas tienen que ser impecables y llamar al afectado hasta el último segundo del cierre de edición.
En el comunicado, de manera maliciosa, se me compara con un investigado por narcotráfico apodado ‘Eteco’, quien ha querellado a algunos de los periodistas firmantes.
Pero se oculta que esa persona también me querelló, porque fui el primer periodista que, en el año 2006, publiqué sus actividades sospechosas en Estados Unidos, que hoy investiga la justicia.
Me he ganado mi prestigio como periodista de investigación en la revista OIGA y en el diario El Comercio -y ahora como columnista del Trome, el periódico más leído de Hispanoamérica- denunciando a pesos pesados del narcotráfico, como Fernando Zevallos, ‘Lunarejo’, y políticos corruptos, como en el caso del millón de firmas falsas del fujimontesinismo.
Mi trabajo ha sido reconocido con prestigiosos premios de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), Transparencia Internacional y el Instituto de Prensa y Sociedad (IPYS), aunque el esfuerzo también me originó tristes consecuencias familiares.
Cuando empecé en el periodismo en OIGA (allá por 1986) el director, el gran Paco Igartua, me decía que la verdad debe prevalecer, pese a que tengas que enfrentar a tus amigos. No es la primera vez, ni será la última, que eso ocurra.
Es muy cierto lo que siempre dice una de las firmantes: “A más ataques, más investigación”. Nos vemos el otro martes.
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