Max Valdivia es periodista. Antes de ejercer su oficio con la pluma, lo hizo con un arma. Hoy es recluso del penal ‘El Milagro’ de Trujillo. Con esta crónica, el bachiller en Ciencias de la Comunicación debuta en esto que el escritor Gabriel García Márquez definía como ‘el mejor oficio del mundo’. Desde el otro lado de la muralla reflexiona en ‘Cartas desde mi celda’: “Cambiamos las armas que alguna vez utilizamos por pinceles y brochas, las lágrimas por pinturas multicolores y el pesar de la condena por la esperanza de una nueva vida”.
POR MAX VALDIVIA
Un atardecer intenso sobre el muelle de Huanchaco. Un pescador artesanal surfeando sobre un caballito de totora. Las formas y colores estridentes del Dios ‘Aiapaec’ en la muralla mochica. El majestuoso y ancestral perro ‘Viringo’. La ciudadela de Chan Chan. El chalán y su elegante caballo de paso bailando la marinera junto a una coqueta y bella norteña. El hermoso rostro de una niña huamachuquina. Un chamán en ritual místico de cuyo Kero surge la estatua de la libertad junto a la colonial catedral y plaza de armas de Trujillo. El milenario árbol de algarrobo en el bosque de Pómac y los cañanes del valle. Un César Vallejo ensimismado, en cuyo pecho y brazos lleva tatuado sus poemas más humanos. Túpac Amaru II sobre su caballo y el primer grito de libertad. Augusto Polo Campos, Oscar Avilés, y Arturo ‘El Zambo’ Cavero, cantando en el estadio Nacional. El sueño de San Martín y la declaración de la independencia bajo el cielo de parihuanas rojo y blancas. Y un diseño urbano del Pabellón y Escudo Nacional.
Todas estas escenas propias de nuestra historia se entrelazan unidas en un solo mural de 50 metros de ancho por ocho metros de alto. Este lienzo urbano no se encuentra en un jirón barranquino, en alguna calle de Huanchaco o en alguna pared del Callao, en donde se suelen encontrar los murales más hermosos del país. No, este mural que no tiene nada que envidiar a ninguno de ellos se encuentra en el Penal ‘El Milagro’ de Trujillo, en donde estoy recluido.
El arte es una forma poderosa de meditación, causa impacto. Y es eso lo que experimentamos un grupo de internos que optamos por ese cambio a través del arte.
Fue una mañana de mayo cuando fuimos convocados por el director del penal José Manuel Cabanillas Noriega, para dar vida a un proyecto inédito en la historia penitenciaria del Perú: Realizar el primer mural artístico-canero dentro de una prisión.
LOS ARTISTAS
Andy Ismael Moreno Arambulo (’Kaedez’) fue el primero en ser convocado. Él me convocó a mí. Los dos ya nos conocíamos hace mucho tiempo, ambos artistas urbanos teníamos la experiencia del arte en las calles y ahora con la experiencia y el sentir presidiario teníamos la misión de plasmar el mejor de nuestros trabajos, así lo comprendimos desde el principio. Los colores, formas y diseños debían no solo embellecer si no sensibilizar, dar esperanza, liberarnos por un momento a los más de cinco mil internos del penal ‘El Milagro’.
Pero no los podíamos hacer solos, para ello convocamos a un grupo de compañeros: Roberto Ruiz Nolasco (’Robert’), Tito Martínez Vásquez (’Chiclayano’), José Miranda Méndez (’Chapingo’), Héctor Villanueva Iparraguirre (’Zurdo’), Ángel Santos Vera (’Sanvé'), Mateo Moreno Torres (’Mati’), todos juntos conformaríamos el grupo de ‘Los Pintores’ como nos bautizarían los propios internos y técnicos del INPE.
EL PINCEL POR LA PISTOLA
Pero estos compañeros tenían algo en común, todos habían aprendido a pintar aquí en prisión. Por eso la importancia de haberlos convocado a ellos, internos que encontraron a través del arte un medio de liberación, de cambio, de resiliencia y de sustento. Los demás internos debían saber eso, y verse reflejados en nosotros, que optamos por dejar el oscuro pasado atrás y llenar de colores hermosos nuestro presente y nuestro futuro. Así cambiamos las armas que alguna vez utilizamos por pinceles y brochas, las lágrimas por pinturas multicolores y el pesar de la condena por la esperanza de una nueva vida.
Al inicio del mural comenzamos a plasmar escenas y paisajes propios de nuestra región, como el anaranjado muelle de Huanchaco, un pescador surfeando una gran ola sobre un caballito de totora, dando el valor a la leyenda de que los primeros surfistas del mundo son los mochicas huanchaqueros, deporte que nos ha dado gran reconocimiento mundial. También empezamos a pintar lo que es la muralla del dios ‘Aiapaec’, icónico mural mochica, es aquí que mientras pintábamos este lienzo, se retrató una foto. Una semana después dicha fotografía salió impresa en un diario, con una pequeña reseña que se titulaba: “Internos del penal de Trujillo realizan un mural artístico”, nos sorprendió gratamente, mientras compañeros y técnicos nos felicitaban y bromeaban con nuestra esporádica y humilde fama.
El mural seguía su curso y esta vez plasmábamos el majestuoso caballo de paso peruano, su chalán y la bella norteña, la ciudadela de ‘Chan Chan’, el milenario árbol de algarrobo, de cuyas ramas dice la leyenda moche fueron creados los primeros hombres. El místico chamán de cuyo kero nace mágicamente la plaza de armas de Trujillo y su estatua de la Libertad. Y mientras pintábamos nuestro paño más querido dentro del resto: El de ‘Cesar Vallejo canero’ con el torso desnudo en cuyos brazos y pecho lucían tatuadas las frases más emblemáticas de sus poemas más humanos y la fecha en que él también estuvo preso (1920) y mientras leíamos sus poemas llegó una gran noticia.
El director y subdirector nos comunicaron que la Dirección Nacional del INPE después de enterarse del mural que se hacía en el penal ‘El Milagro’ y de la iniciativa de este gran proyecto, habían decidido realizar el primer “CONCURSO NACIONAL PENITENCIARIO DE MURALES” al que titularon “Pinta Bicentenario, Pinta Libertad” sin duda nos sentimos enormemente felices, el arte trascendía fuera de las murallas.
Así de pronto también nació el nombre de nuestro mural, al que nombramos ‘La Libertad, cuna del Bicentenario’. Comenzamos a incluir escenas, conceptos, imágenes propias de nuestra historia como patria independiente, sin dejar de lado el sentir ‘canero’. La revolución de Túpac Amaru II bajo un cielo acuarelado, donde las facciones de su rostro muestran la importancia de esa bendita palabra llamada “Libertad” y de lo mucho que se luchó para conseguirla y que nosotros no valoramos en su momento.
Pintamos también al importante personaje que dio el primer grito de la independencia del Perú y lo hizo aquí en Trujillo, el marqués de Torre Tagle. Pero también pintamos a tres representantes de una de las expresiones más exquisitas del arte, la música: Oscar Avilés, Augusto Polo Campos y Arturo ‘El Zambo’ Cavero, ¿A quién no se le escarapelaría la piel al escuchar las canciones de estos tres genios patriotas? Mientras pintábamos, algo especial sucedía:
Las relaciones entre los internos y técnicos del INPE lejos de ser ásperas y aisladas, a través del arte fluía con un entendimiento de admiración y respeto mutuo. Pero no solo con el personal de seguridad sucedía esto, los doctores y técnicos de salud, personal administrativo, mantenimiento, cocineros, fiscales, internos, abogados y sus representados, todos tenían una reacción alegre, el impacto de los colores e imágenes trascendían más allá de lo superficial. El sentir interior de cada uno de ellos se reflejaba en su semblante al admirar el mural, y una armonía contagiosa de convivencia nos cubría a todos.
Cierta tarde, cuando terminábamos el trabajo del día, un grupo de internos que regresaban a su pabellón luego de trabajar en los talleres productivos se detuvieron frente al mural del atardecer en el muelle de Huanchaco, y uno de ellos le dijo al otro:
Mira mi cholo, ahí solía jugar de pequeño con mi papá. Guardó silencio y prosiguió.
- Cuando salga de aquí llevaré a mi hijo a pescar, ya no me voy a separar de él nunca más…-, suspiró profundo, mientras se secaba algunas lágrimas que rosaban su rostro y siguió su camino.
Esa escena nos emocionó enormemente, nos miramos entre nosotros y supimos que lo habíamos logrado.
EL MEJOR DE LOS PREMIOS
Ya habían transcurrido dos meses desde que iniciamos el mural, terminamos con los paños de San Martín y su sueño en la bahía de Paracas, junto a su declaración de la Independencia, estas dos escenas históricas bajo un firmamento lleno de parihuanas volando con sus hermosos colores rojo y blanco, todas ellas dirigiéndose al pabellón nacional en cuyo centro habíamos diseñado un escudo nacional, pero con toques urbanos. Como gran final transformamos un sistema de aire acondicionado que estaba empotrado en la pared y lo convertimos mediante la pintura y creatividad peruana en una radio sesentera. Esto fue disfrutado y aplaudido con grandes sonrisas.
La fecha había llegado y así presentamos nuestro mural al concurso, mandamos fotos, videos y esperamos. Unos días después nos avisaron que habíamos pasado a la final, nos alegramos humildemente y soñábamos con el primer puesto. Días después nos dieron la noticia, no habíamos ganado el primer lugar, sin embargo, nos miramos y no había tristeza en nuestros rostros. Nosotros ya habíamos ganado mucho antes, desde que iniciamos el primer trazo, la primera pincelada, desde las caras alegres y sonrisas de quienes admiraban los colores, desde las reflexiones y mensajes que se llevaban cada uno de los internos que pasaban a diario, desde que nos enteramos que centenas de internos gracias a esta iniciativa, saldrían a pintar sus propios murales en 69 penales del Perú, alejándolos de la rutina y dándoles esperanza, desde que fuimos conscientes de que el arte en todas sus expresiones cala más allá de lo externo, sino que embellece nuestros corazones y espíritus, desde que nos dimos cuenta que podemos hacer cosas hermosas en un lugar en el que la gran mayoría piensa que no se puede, desde que decidimos darnos una nueva oportunidad.
Pero todo esto no se hubiese concretado, sin el apoyo, pero más importante, la fe en nosotros, el apostar en nosotros, como lo hizo el director del penal, quién fue el más entusiasta de principio a fin.
Los penales lejos de ser un establecimiento solo de reclusión y castigo también pueden ser en su gran parte un lugar de reeducación de resocialización que permita volver a insertarnos a la sociedad.
Gracias a los alcaides y todos los técnicos que nos alentaron, al valiente personal de Salud del Tópico que luego de trabajar arduamente atendiendo a los miles de presos y combatir el Covid-19 en el penal nos regalaban una sonrisa lejos de un semblante cansado, al personal administrativo, de mantenimiento que alistaron las paredes que serían nuestros lienzos, a nuestros hermanos cocineros, que nos dieron los alimentos, a los compañeros internos que comparten el orgullo que sentimos, a nuestras familias que nos motivaban con su amor.
Todos fuimos un solo equipo. En lo que a mí respecta, cuando estudiaba comunicaciones nunca me imaginé que mi primera crónica para un diario, sería acerca de un mural mío, y en estas circunstancias, al otro lado de la muralla. Pero así son los azares de la vida, a veces encuentras oportunidades hermosas en el momento y en el lugar menos pensado, oportunidades que se abren paso por el esfuerzo, por la perseverancia de hacer bien las cosas, ya que uno es dueño de su propio destino, cada uno es pintor de su propio lienzo… así decidí yo, pintar mi LIBERTAD.
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