POR: MIGUEL RAMÍREZ / Periodista de investigación
En las postrimerías del gobierno del expresidente Alberto Fujimori, la población, harta de las tropelías que se conocían, empezó a salir a las calles a protestar. En respuesta, el asesor Vladimiro Montesinos puso en práctica un plan siniestro: desprestigiar a los manifestantes y vincularlos con los grupos terroristas de Sendero Luminoso y el MRTA.
Para eso infiltraba en las movilizaciones a agentes de inteligencia y vándalos a sueldo, quienes causaban acciones violentas, que luego –a través de los medios que controlaba– les atribuía a los manifestantes.
He recordado ese momento por lo ocurrido el martes pasado. En medio de una manifestación en contra de los abusos y favoritismos de la mayoría fujimorista en el Congreso, unos delincuentes incendiaron un patrullero. Todo transcurría con normalidad hasta que aparecieron unos encapuchados. Tomaron por asalto la camioneta y bajaron al ¡único policía! que estaba en su interior.
En cuestión de segundos, provistos de bloques de cemento, destrozaron y prendieron fuego al vehículo. Acto seguido, varios congresistas del fujimorismo invadieron las redes sociales y vincularon la marcha con Sendero Luminoso. La justa protesta pretendió ser desacreditada. Resulta que ahora todo el que protesta es tildado de ‘terruco’, lo cual no es cierto.
Al margen de lo que ocurra con las investigaciones, recordemos el pasado. En julio del 2000, Montesinos realizó una operación maquiavélica para desprestigiar a la histórica ‘Marcha de los Cuatro Suyos’, convocada para protestar contra la tercera elección de Fujimori y la corrupción que campeaba por todos lados.
En medio de la multitudinaria protesta, Montesinos infiltró a agentes de inteligencia que incendiaron el local del Banco de la Nación. Seis vigilantes murieron calcinados. Su propósito era atribuir los desmanes a los organizadores de la movilización y desacreditar a la oposición.
También contrató a vándalos pagados. En aquel entonces, en la Unidad de Investigación de El Comercio, descubrimos que más de 100 pandilleros con antecedentes fueron contratados en varias calles del distrito de La Victoria.
Con Enrique Flor –quien hoy brilla con luz propia en el Nuevo Herald– identificamos y entrevistamos al principal reclutador: el dirigente vecinal Carlos Regalado. Puesto al descubierto, Regalado contó con lujo de detalles su participación y luego –armándose de valor– se acogió al sistema de colaboración eficaz.
Regalado –quien solo aceptaba conversar con nosotros bien entrada la noche en un bar de su ‘barrio’ donde era respetado– identificó a un coronel del Ejército y un conocido corredor de autos, allegados a Montesinos, quienes lo contactaron y le dieron el dinero para crear caos y violencia durante la marcha.
Regalado pagó con creces lo que hizo y estuvo preso. La semana pasada, cuando fui a buscarlo para escribir esta historia, me enteré que había muerto.
¿Habrá un Carlos Regalado que cuente la verdad de lo sucedido la noche del martes pasado? Nos vemos el otro martes.
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