Por: Miguel Ramírez / Periodista de investigación
El presidente Francisco Sagasti aún no aclara con contundencia un problema político que puede adquirir dimensiones con consecuencias impredecibles.
La excanciller Elizabeth Astete insistió la semana pasada que le comunicó al mandatario que se inocularía la vacuna contra la COVID. Y que –como él no se opuso ni la contradijo– lo hizo, pese a que a ella no le correspondía, lo que determinó su renuncia al cargo el 14 de febrero pasado.
Sagasti, secundado por su premier Violeta Bermúdez, se ha centrado en rechazar esa acusación afirmando que nunca dio su consentimiento, pero no precisa hasta hoy si fue avisado por Astete, como ella afirma con convicción. Eso es lo medular del asunto.
Astete declaró ante el Congreso que el día 21 de enero pasado le hizo saber al jefe de Estado sus intenciones de inocularse la vacuna de Sinopharm. En ningún momento vio una actitud de desaprobación, lo que ella entendió como una “anuencia”.
Este tema está tomando ribetes sorprendentes. El martes, el abogado de Astete presentó copias de unos mensajes de WhatsApp que corroborarían la versión de la diplomática y ponen en difícil situación los argumentos de Palacio de Gobierno.
Son comunicaciones a través de las cuales Javier Sánchez Checa, el exencargado del despacho ministerial de Astete, le solicita al entonces responsable de esas vacunas, Germán Málaga, la vacunación de la ministra.
El texto es revelador y fortalecería la tesis de que el presidente sabía sobre la mencionada dosis: “Lo molesto para pedirle su amable gestión para que la embajadora Astete pudiese colocarse la vacuna. Ella ya conversó con el presidente, quien ha coincidido en la conveniencia de ello. ¿Cree usted posible que pueda ser vacunada?”, escribió Sánchez Checa.
Málaga respondió que estaba dispuesto a apoyar. Astete fue inoculada al día siguiente, 22 de enero. La canciller llegó a la Universidad Cayetano Heredia acompañada de su jefe de gabinete y su escolta, como si se tratara de un acto público.
También se tomó una fotografía con el trabajador de salud que le aplicó la dosis, “teniendo en cuenta de que podría servir más adelante para demostrar que la vacuna era confiable”, dijo su abogado.
Hay aún más sombras sobre este caso. La misma Astete ha declarado que entre el 13 y 14 de febrero, cuando se dio cuenta del error que había cometido al inocularse, le quiso presentar su renuncia al presidente Sagasti, pero este le dijo que no quería que dejara su gabinete.
“Me propuso continuar como ministra”, sostiene la embajadora, quien renunció días después.
Astete, asimismo, ha contado que la propia presidenta del Consejo de Ministros, Violeta Bermúdez, también le pidió “no involucrar al presidente en el escándalo por las vacunaciones irregulares”.
El presidente Sagasti debería transparentar este caso. No debe olvidarse que los golpistas del Congreso hace rato lo quieren mandar a su casa. Nos vemos el otro martes.
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