Sandra Plevisani es hija de un inmigrante italiano que llegó al Perú cuando apenas tenía 15 años. Ella confiesa que la figura de su padre, don Piero, le ayudó a definir su personalidad, con la que ha logrado emprender muchos proyectos laborales y personales que han sido un éxito.
Sandra Plevisani quiso estudiar arte, pero su padre tenía miedo de que se vuelva ‘hippie’, así que optó por el diseño gráfico. Luego, trabajó en una reconocida agencia de publicidad, donde aprendió mucho sobre producción. Conoció al amor de su vida, Ugo Plevisani, con quien decide ingresar al mundo de los restaurantes. Con un préstamo de 50 mil dólares, abrieron su primer negocio.
Sandra Plevisani fue mesera, cocinera, barman y muchas cosas más, pues la cosa se puso fea con el terrorismo y la crisis económica. Pese a ello, decidieron hacer patria y se quedaron en el Perú.
La pérdida de su hija Camilla la motivó a escribir un libro de postres para ayudar a los niños con cáncer, y empezó a hacer un programa de televisión dedicado a la repostería que hoy tiene 13 años al aire.
Tu pasión por los dulces nace desde que eras una niña…
Siempre le decía a mi papá que me lleve a las pastelerías. Mi mamá no cocinaba, pero mi hermana Mónica hacía dulces y me enseñó a hacer brownies y trufas.
¿Pensaste estudiar repostería?
Al terminar el colegio no había escuelas, quise estudiar arte, pero mi padre dijo que sería bohemia. Así que elegí diseño gráfico, que también me gusta porque me ayudó a crear mis postres.
¿Cómo te especializaste?
Soy autodidacta, cuando me casé con Ugo hicimos la Trattoria, viajamos mucho y los dueños de los restaurantes nos enseñaban. También me compré muchos libros y a través de la prueba y error descubrí técnicas. Además, me propusieron hacer televisión y empecé a enseñar repostería de una forma fácil.
¿Qué es la repostería para ti?
Es el equilibrio en mi vida. Cuando agarro mi rodillo y sigo los parámetros, me tranquilizo, me puedo quedar hasta las 3 de la madrugada y soy feliz.
¿Es verdad que muchas mujeres han puesto sus negocios por seguirte?
Desde que hago televisión y he escrito mis libros, miles de mujeres me siguen y me cuentan sus historias de emprendimiento. Me dicen que han abierto su pequeño negocio de alfajores, pasteles y otros dulces con lo que enseño en la televisión. Eso me da fuerzas para seguir.
¿Por qué dices que tu padre es quien te impulsó a emprender?
Mi padre era un hombre de carácter fuerte. El vino de Italia, a los 15 años, en plena guerra. Mi abuelo estaba prisionero en África y mi abuela no tenía dinero para hacerlo estudiar. Ingresó a la primera a Ingeniería y Arquitectura en la UNI, y fue becado. Mi padre influenció en lo que hoy soy porque me decía que no debía dejar nada para mañana, y es verdad, porque hay que agarrar la ola en su momento para despegar.
Con un préstamo de 50 mil dólares abrieron su primer restaurante, ¿qué fue lo más difícil al inicio?
Estaba el terrorismo y la crisis económica, no había insumos para hacer las pastas, íbamos en pleno toque de queda a los molinos de nuestros amigos. Yo fui cocinera, mesera, hice tragos, limpiaba, hice de todo. Cuando estaba embarazada, pasó lo de bomba en Tarata, pero aun así nos quedamos en nuestro país. Yo nunca me fui.
Hay personas que piensan que Sandra Plevisani tiene dinero y no le ha costado todo lo que tiene…
Yo pagaba un alquiler de una casita al casarme con Ugo, vendía chompas en una tiendita que tenía en sociedad con mi hermana. He trabajado duro con mi esposo en el restaurante, lavaba y planchaba los manteles y servilletas, todo lo que tengo es a punta de disciplina y trabajo.
¿Con cuántos empleados empezaste y cuántos tienes ahora?
Empecé con ocho, pero ahora he perdido la cuenta.
¿Dónde fue tu primer restaurante?
La Trattoria, de Manuel Bonilla.
¿Cuántos locales tienen?
Tengo 13, 7 de la Trattoria, 2 de Lucio Caffé y 2 Paseo Colón.
¿Cómo es el control de calidad de sus productos?
Tenemos un equipo de desarrollo. Es bien organizado.
No solo eres una empresaria de repostería, pues tras la muerte de tu hija Camilla, decides hacer labor social…
He ayudado a las instituciones Magia y Aprendiendo contigo. Soy imagen de Aldeas Infantiles. Mi hija era una niña preocupada por los demás, cuando estábamos en Estados Unidos, ella veía que había niños con cáncer que no podían viajar a sus países, en fechas importantes, para ver a sus familiares, y los doctores decidieron poner la Fundación Camilla Plevisani para hacer esos sueños realidad.
¿En algún momento pensaste dejarlo todo y dedicarte a tus otras hijas?
No, Camilla me dejó una lección de vida, por eso decidí hacer mi libro con fines benéficos, para ayudar a los demás niños. Ella me cuida y me da todo lo bueno que me pasa, he recibido tres premios en menos de dos meses, como el de Indecopi, Promperú y el Effie, en Francia.
¿Cómo capacitas a tu personal?
Reciben entrenamiento en cocina, números, servicios, contabilidad y les inculcamos el amor por lo que hacen.
¿Los peruanos somos dulceros?
Totalmente. He recorrido desde Tumbes hasta Tacna y descubrí infinidad de dulces. No olvidemos que los postres nacen cuando llegan los virreyes a Lima y para impresionarlos se hacían lindas mesas con los mejores postres. Además, en toda la costa crecía la caña de azúcar, que la trajeron los españoles.
¿Rescatas los dulces de antaño?
Lo hago siempre. En mis restaurantes hay guargüeros, ranfañotes, cocadas hecha en la olla y otros.
Como mujer emprendedora, ¿qué consejo les darías a las personas que quieren poner un negocio?
Nunca dejen las cosas para mañana y tengan mucha disciplina y amor por lo que hacen.
Si te interesó lo que acabas de leer, puedes seguir nuestras últimas publicaciones por Facebook, Twitter, y puedes suscribirte aquí a nuestro newsletter.