Magaly Silva es la última de once hermanos y creció en un hogar donde su padrastro los golpeaba. Desde los 8 años acompañó a su madre a vender tamales en Comas, y terminaba con heridas en los pies tras las largas jornadas diarias. Al morir su madre, toma la batuta del negocio, pero tuvo que empezar de cero, porque su padrastro se llevó todo lo que había en la casa. Empezó en la puerta de una panadería y dio el gran salto en Mistura, donde vendió 80 mil tamales. Ahora distribuye sus deliciosos productos en el extranjero y hoteles y restaurantes A1.
Sabemos que tu historia ha sido muy dura, de niña viviste violencia familiar, es así como decides acompañar a tu madre a vender tamales…
Sí, mi padrastro era alcohólico y nos maltrataba, yo tenía miedo de quedarme en casa, por eso le pedía a mi mamá que me lleve. Caminaba largos tramos y terminaba con ampollas en los pies. Fue una enseñanza buena porque veía cómo era el negocio.
Tu abuela los preparaba en Chincha, ¿qué recuerdas de esos tiempos?
Cuando iba a la casa de mi abuelita Benedicta, olía al tostado de las hojas, veía cuando molían el maíz y cuando atamalaban la masa.
¿Cómo fue que te haces cargo del negocio?
Viví hasta los 6 años en una casa cuna, donde las monjitas me inculcaron que debíamos ayudar en casa, por eso siempre pensé que la pobreza no era parte de mí. Yo estudiaba cosmetología y trabajaba vendiendo tamales, mi madre murió cuando yo tenía 19 años, tuve que hacerme cargo del negocio, pues mis hermanos estaban sumergidos en las drogas y mis hermanas tenían sus familias.
¿Es verdad que tuviste que prestarte dinero para continuar con el negocio?
Sí, mi vecina me prestó 50 soles, con lo que pude comprar una olla grande y cocinaba los tamales a leña.
¿Qué es lo que hiciste para que sean diferentes?
Yo no quería morir pobre porque viví mucha crueldad, mi fuerza hizo que innove para hacer tamales de calidad. Le di un valor agregado a este plato que era muy despreciado, muchos decían ‘negra tamalera’. Hoy se come tamal en Palacio y en el Congreso, en todos lados… Empieza desde la selección de las hojas, el horno, el aroma y el tiempo de quemado.
¿Dónde empezaste a vender?
Afuera de la panadería ‘Malatesta’, en Tarapacá, en el Rímac. Ahora estoy en Felipe Arancibia, estamos sábados, domingos y feriados, desde las 5 de la mañana hasta el mediodía.
¿Cómo es el control de calidad?
Cada mes viene un biólogo que prueba las masas, el condimento, y el ají lo hacemos nosotros. Además, los tamales se cocinan a altas temperaturas y se mantienen en hielo para evitar la fermentación.
¿A qué lugares distribuyes tus tamales?
A hoteles y restaurantes A1, chicharronerías, colegios de San Isidro, La Molina, Miraflores, en promociones y reencuentros.
¿Cuántos tamales preparas?
Por semana hago de 4 mil 500 a 5 mil.
¿Qué variedades tienes?
De chancho, pollo, de pulpa de cangrejo, de maíz morado, quinua con queso, carapulcra, pachamanca, garbanzos, atamalados con maíz, con trozos de chicharrón, también de cuy que se está posicionando con fuerza.
¿Cuántas personas trabajan contigo?
Entre seis y ocho.
¿Estudiaste algo para sacar adelante tu empresa?
Estudié control de calidad, márketing e hice cursos libres de pastas, eso me ayudó para dar charlas en la USIL, Le Cordon Bleu, D’ Gallia y otras.
¿Fue ‘Mistura’ donde te haces conocida?
Bueno, los tamales de Magaly Silva ya eran muy conocidos, y cuando Gastón los probó, dijo que eran los mejores del Perú. Fue así que entro a participar en esta feria, donde llegué a vender 80 mil tamales.
Has participado en ferias internacionales de cocina, ¿a qué países has ido?
A Brasil, Chile, España, y en Estados Unidos vendo cuatro veces más que en ‘Mistura’.
¿Qué consejos le darías a la gente que quiere iniciar un negocio como el tuyo?
Todo cuesta, hay que chatear menos y cocinar más, los jóvenes están muy ilusionados con la cocina, tienen que dedicarse a ella con humildad y ponerle amor a sus platos.
Si te interesó lo que acabas de leer, puedes seguir nuestras últimas publicaciones por Facebook, Twitter, y puedes suscribirte aquí a nuestro newsletter.