Perú, uno de los países más afectados del mundo por la pandemia del COVID-19, termina este crítico 2020 con unas 94.000 muertes por encima de las cifras de defunciones del 2019, un enorme vacío que amenaza con agrandarse ante los indicios de que está comenzando la segunda ola de contagios.
Desde que en marzo inició la emergencia sanitaria en Perú por el coronavirus han muerto alrededor de 190.000 personas frente a las 96.000 del mismo periodo del año pasado, según los datos del Repositorio Único Nacional de Información en Salud (Reunis) del Sistema Informático Nacional de Defunciones (Sinadef).
Sin embargo, para el Centro Nacional de Epidemiología del Ministerio de Salud son 81.000 las muertes en exceso sobre el 2019, unas 13.000 menos en base al Sistema de Vigilancia Noti del Sinadef. El exceso de más de 91.000 muertes es superior al doble de los 37.621 decesos que reportaba hasta este jueves el registro oficial de fallecimientos por COVID-19, que solo incluye a los muertos que tenían una prueba positiva de la infección del coronavirus.
“Nosotros solo publicamos todos aquellos que tienen prueba (positiva) como marcan las normas internacionales”, recalcó el miércoles la ministra de Salud, Pilar Mazzetti, en declaraciones a periodistas tras el último Consejo de Ministros del año, donde confirmó que el país se encuentra en un “rebrote” de la enfermedad. Solo con esa cifra de muertes con prueba positiva para COVID-19, que es el valor más conservador de todos, Perú ostentó durante buena parte de la segunda mitad de 2020 la tasa de mortalidad más alta del mundo por esta enfermedad.
Un tercio de muertes aún por aclarar
Sobre “la cifra más dura”, que engloba a todas las muertes con confirmación de COVID-19 como las que no, Mazzetti aseguró que casi dos tercios de esas defunciones están relacionadas directamente con esta enfermedad, lo que equivale a alrededor de 60.000 fallecimientos.
“Hay unas 35.000 con prueba positiva y otras 25.000 que son sospechosas porque tienen una evidencia clínica, ya sea una radiografía o el mismo cuadro clínico”, apuntó la ministra. “El otro tercio nunca lo vamos a poder aclarar. No hay forma de verificarlo, lo cual sucede en todos los países del mundo y en todas las epidemias y brotes que hayan”, añadió.
Rebrote
Este registro global de muertes es el que el Gobierno está tomando como referencia para sus decisiones, pues se ha vuelto uno de los principales termómetros para evaluar si el país está entrando en una segunda ola de contagios.
Durante finales de noviembre e inicios de diciembre, los fallecimientos habían vuelto casi a los niveles previos a la pandemia, pero en las últimas semanas han vuelto a crecer de manera constante, lo que ha hecho que el Gobierno cierre playas e incremente el toque de queda nocturno en varias regiones.
De momento, los registros de defunciones marcan un exceso de 80 fallecimientos diarios por encima de los valores del año pasado, un ligero aumento después de que a comienzos de mes llegase a rondar los 50, el nivel más bajo en ocho meses. Este exceso de fallecimientos está aún lejos del pico máximo registrado en agosto, con un promedio de hasta 650 fallecidos al día por arriba de los valores normales previos a la irrupción del coronavirus.
Segunda ola en ciernes
La tendencia al alza en las nuevas muertes diarias ha hecho saltar las alarmas, pues las hospitalizaciones, que también habían marcado las cifras más bajas en ocho meses, han vuelto a repuntar y en apenas tres semanas se han vuelto a ocupar unas mil camas por casos de COVID-19.
Algunas regiones ya han advertido que sus salas de cuidados intensivos ya están nuevamente llenas, por lo que el frágil sistema público de salud de Perú está nuevamente al borde del colapso. Si los hospitales se quedan sin capacidad de atender un incremento acelerado de los casos de COVID-19, el exceso de muertes que ya supera las 94.000 puede volver a dispararse, como ya ocurrió durante el primer momento de la primera ola.
Es así como, solo en los primeros seis meses, la pandemia dejó en Perú más muertos que en 20 años de la sanguinaria guerra interna (1980-2000) desatada por las organizaciones subversiva Sendero Luminoso y Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), donde se calcula que murieron unas 69.000 personas, según la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR).
La peor etapa se vivió entre mayo y agosto, donde en cada uno de esos cuatro meses hubo en promedio unas 18.000 muertes por encima de las cifras del pasado año, un dramático momento que puede repetirse ante una eventual segunda ola, especialmente ante la confirmación de que Perú no dispondrá a corto plazo de vacunas a gran escala.
(Con información de EFE)