El suelo es un recurso básico para el desarrollo de la vida y que determina en gran medida la salud de las plantas y por extensión, la calidad y cantidad de las cosechas agrícolas. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura FAO, se estima que el 95% de nuestros alimentos se producen directa o indirectamente en nuestros suelos.
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La función que desempeña el suelo no sólo es soporte de alimentos y de materias primas, sino también constituye un hábitat que alberga una gran cantidad de organismos vivos cuya actividad es fundamental para la recirculación de los nutrientes, el almacenamiento de carbono y el mantenimiento de la biodiversidad edáfica.
Este año un estudio científico del Instituto Geofísico del Perú (IGP) reveló que las sequías se volverán intensas, frecuentes y prolongadas en la mayor parte de Puno. Esto en un contexto de cambio climático, donde las sequías futuras afectarían severamente la disponibilidad hídrica para consumo humano, agricultura, ganadería, ecosistemas entre otros. En resumen, el suelo se vería afectado y reduciría la productividad del sector agrícola.
En los últimos 37 años se han identificado en el Perú 10 episodios de sequías severas, según estudio de “Caracterización espacio temporal de la sequía en los departamentos andinos del Perú (1981-2018)” elaborado por especialistas del Grupo de Trabajo de Sequías (GTS) del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología del Perú (Senamhi).
“En Perú hay ciudades como Áncash, Apurímac, Arequipa, Ayacucho, Huancavelica, Junín, Lima, Moquegua, Pasco y Puno, que suelen sufrir sequías severas y con el cambio climático esto podría verse más afectado. Para ello, la tecnología de Glomus iranicum var. tenuihypharum podría mejorar la productividad entre un 8% y un 20% y permitiría hacer un uso mucho más eficiente del agua, llegando en algunos casos (como muestras los estudios científicos realizados por centros de investigación independientes y por la propia compañía) a necesitar un 20% menos de agua las plantas tratadas con relación a las no tratadas” explica Félix Fernández, director de Vigilancia tecnológica e inteligencia competitiva en Symborg.
En ese sentido, los productos biotecnológicos basados en microorganismos ya forman parte de la agricultura moderna, pues han demostrado que aumentan la productividad, la preservación del medio ambiente y la producción de alimentos de calidad, además son capaces de transformar la materia orgánica y minerales en nutrientes, así como mejorar la absorción de agua, traduciéndose todo ello en posteriores mejoras productivas de los cultivos.
“Un suelo sano está habitado por millones de organismos que se clasifican principalmente por su tamaño, desde los que se aprecian a simple vista (hormigas, insectos, lombrices, etc.) hasta los invisibles al ojo humano (protozoarios, hongos, actinomicetos, bacterias, etc.)”, sentenció Fernández, quien además precisó que todas estas especies establecen interacciones biológicas entre ellas y desempeñan funciones que permiten mantener en equilibrio el ecosistema, fundamental para la coexistencia de la diversidad biológica y la producción de alimento.