
La conmovedora historia de María, una alpaquita de Cusco que le ganó a la muerte. Salvada del crudo friaje andino, llegó a Lima para vivir como una más de la familia, ¡y hasta se cree perro! Conoce cómo esta alpaca bebé toma biberón, pide besos y es le encanta los paseos. Su dueña nos cuenta los desafíos y alegrías de tener una mascota tan peculiar.
Angie Ollancaya, “mamá” de María, cuenta que la llegada de esta alpaquita fue un reto tremendo. No sabían nada de cómo criar una alpaca en casa, ¡pero se las ingeniaron! Buscaron la ayuda de un especialista para darle a María todos los cuidados que necesitaba para crecer sana y fuerte.
La vida de María en su nuevo hogar es de pura felicidad. Angie nos cuenta que tienen un perrito en casa y, ¡adivinen qué! María ahora hace lo mismo que él: salta, corre por toda la casa, se acerca para que le den cariño y hasta mueve su rabito cuando está contenta. “Se cree un perro”, dice Angie entre risas.
Su dieta también es especial: toma una leche en biberón y come heno (hierba seca). Pero lo que más le encanta es la canchita serrana. “Cada vez que nos escucha con una bolsa, corre hacia nosotros”, confiesa Angie. Y entre sus antojos favoritos están el pacae, el chuño y algunas verduritas.

El milagro de María: una segunda oportunidad
Angie y su familia estaban de viaje en la Ciudad Imperial y se toparon con la triste realidad de los criadores de alpacas. Una de ellas les contó el drama de las heladas y cómo las mamás alpacas a veces “botan” a sus crías, dejándolas a la deriva. Eso le pasó a María: su mamá la destetó y la abandonó, dejándola expuesta al hambre y al frío.
Fue en ese momento que la familia Ollancaya tomó una decisión que le cambió la vida a la alpaquita. “Decidimos que sea nuestra mascota y traerla a casa para que esté sana y salva", recuerda Angie. Y así fue. Hoy, María corre libre por el jardín y hasta se sube a la silla para acompañarlos a comer. ¡Es un miembro más de la familia!

Aunque María aún es pequeña, crecerá bastante, ¡hasta un metro y medio de alto! Y puede vivir unos 25 años. Por eso, su familia ya tiene planes para ella: la llevarán a una casa de campo en el Cusco. Así, María podrá crecer feliz en su hábitat natural, disfrutando de los Andes que la vieron nacer, pero siempre con el amor de la familia que la rescató.











