A la crisis sanitaria de Brasil por la pandemia del COVID-19, ahora se le suma una epidemia de hambre que recrudece la precaria situación de los ciudadanos. Familias enteras el país sudamericano, el segundo país con más muertos por coronavirus en el mundo, forman colas afuera de los restaurantes y supermercados en busca de comida.
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Las políticas del presidente Jair Bolsonaro, quien protegió la economía sobre las restricciones de salud para combatir la pandemia, han llevado a un punto críticos a sus ciudadanos. Según datos de la universidad Johns Hopkins, en Estados Unidos, Brasil registra más de 391 mil fallecidos y más de 14 millones de contagios.
En el 2020, alrededor de 19 millones de personas pasaron hambre, según datos del gobierno brasileño y un estudio de privaciones, realizado durante la pandemia. Esta cifra es casi el doble de las personas que experimentaron una situación similar en el 2018.
Además, unos 117 millones de personas (el 55% de la población total del país) sufre de inseguridad alimentario con un acceso incierto a nutrición en el 2020, explica el diario The New York Times. Hace dos años, esa cifra no superaba los 85 millones de casos.
A ello se le suma que el año pasado, ocho millones de personas perdieron su trabajo por la pandemia, según el Instituto de Geografía y Estadística de Brasil.
“La forma en que el gobierno ha manejado el virus ha profundizado la pobreza y la desigualdad. El hambre es un problema grave e incurable en Brasil”, dijo Douglas Belchior, fundador de UNEafro Brasil, una organización que recauda fondos para llevar despensas a las comunidades vulnerables al diario estadounidense.
Para tratar de mitigar esta situación, las organizaciones de derechos humanos iniciaron la campaña ‘Tem Gente Com Fome’ (Gente con Hambre) para recaudar fondos y llevar alimentos a las personas más necesitadas del país.
“Las familias cada vez más están pidiendo que se les entregue antes la comida. Y dependen más de las acciones de la comunidad que del gobierno”, dijo Belchior.
El especialista precisó que, desde el comienzo de la pandemia, el precio de los productos básicos aumentó drásticamente, como el aceite, que se triplicó, o arroz, que subió al doble de su precio.