Una noticia conocida la semana pasada a través del diario El Comercio ha llamado la atención a quienes vivimos las peores épocas del terrorismo de, allá por los años 80 y 90. Aunque, lamentablemente, son pocos los medios que se han ocupado de ella. Es el caso de Martha Huatay y Maritza Garrido Lecca, quienes formaron parte del entorno del asesino Abimael Guzmán. Ambas, que purgaron condena por terrorismo y salieron en libertad hace unos años, enrumbaron hacia Argentina casi por la misma fecha, entre junio y julio del año pasado, con anuencia del gobierno izquierdista de ese país. ¿Pura coincidencia?

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La abogada Huatay viajó apenas se enteró de que una fiscalía había solicitado su prisión preventiva. La acusa de planificar el atentado con un coche bomba en la calle Tarata, aquella aciaga noche del 16 de julio de 1992 en donde murieron 25 personas.

Huatay era una mujer radical y fanatizada. Dirigió Socorro Popular (SOPO), uno de los más importantes ‘organismos generados’ de Sendero que brindaba asistencia jurídica y médica a los familiares de los senderistas presos. Posteriormente se militarizó y también ejecutaba atentados y asesinatos selectivos.

SOPO trabajaba de la mano con la Asociación de Abogados Democráticos, otro organismo integrado por abogados que defendían legalmente a los terroristas detenidos. Ambos grupos tenían un poderoso ‘servicio de inteligencia’ que lo utilizaban para amenazar a fiscales, jueces y, especialmente, a policías que custodiaban las cárceles.

Nunca voy a olvidar esta escena que viví en el año 1989. Cuando aún era un joven reportero de la revista Oiga, un amigo policía me hizo ingresar al penal de Canto Grande para mostrarme que Sendero tenía un búnker, al que no podían entrar. Cuando el efectivo simuló querer ingresar al pabellón, los senderistas comenzaron a corear a gritos su nombre, el de sus padres, su esposa, sus hijos y la dirección de su vivienda. Las amenazas retumbaban en las paredes de la prisión. Los presos sabían toda la vida de sus custodios.

EL ENCUENTRO CON MARTHA HUATAY

En una oportunidad, la misma Martha Huatay me mostró su verdadero rostro cuando fui a entrevistarla en su oscura y lúgubre oficina que tenía en el Centro de Lima. “No hablo con periodistas de la reacción, esbirros del Estado”, me dijo y tiró la puerta.

“Los senderistas nunca van a cambiar. Siempre van a querer dinamitar el sistema. Han seguido creando organismos generados. Los últimos son el Movadef, el Conare y la Fenatep, que fundó el presidente golpista ”, me dice un curtido exagente antiterrorista.

No le falta razón. En el año 2013, cuando aún estaba presa, en una entrevista que concedió a una revista chilena, Maritza Garrido Lecca, sin un atisbo de arrepentimiento, declaró: “Lo hecho, hecho está. Hay que verlo en el contexto en el que ocurrió todo”. Así pensaba esta mujer, hoy libre, que cobijaba y escondía al más grande asesino del país, Nos vemos el otro martes.

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